lunes, 23 de agosto de 2021

El más grande de los intelectuales del siglo xx

 


Aquí les dejo para su lectura el prólogo de mi libro Srtre en mi vida.

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Cuando en 1995 se cumplieron los cien años de su nacimiento y veinticinco de su muerte, por obra y gracia de mi publicitada reputación de sartriano a ultranza, me sentí comprometido a explicar y honrar tamaña distinción. Como resultado de ello, en numerosos medios nacionales y algunos internacionales, como la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla en México, el diario Libération de París, la revista Casa de las Américas de Cuba y la revista Espéculo de la Universidad Complutense de Madrid, escribí textos que hoy se recogen en este libro cuya única pretensión es la de contribuir a que en Colombia se amplíe y se profundice en el conocimiento de la vida y la obra del filósofo francés Jean-Paul Sartre.

 


Tal como Neruda confesó haber vivido, yo puedo decir con una mezcla de placer y ansiedad que también viví a Sartre desde mi lejana juventud y con soberbia intensidad, pero, en mi caso, bajo la influencia vital y enriquecedora suya, sumiéndome en su pensamiento crítico, su filosofía, su erguida praxis política, actuando siempre del lado de Los condenados de la tierra, como lo expresara en el prefacio del libro de Frantz Fanon y, en fin, en su ética incorruptible de luchador por los valores de la libertad. 

Como en este libro está dicho lo que de él pienso in extenso, y algo más, no quiero en esta introducción caer en la redundancia, sino simplemente intentar entregarle al lector con claridad y precisión algunos trazos del pensamiento y rasgos de la personalidad de este hombre al que considero sin titubeos como el más portentoso, honesto y consecuente de los intelectuales del siglo xx.

En fin, sus principios ampliamente repicados en el apogeo de su fama en polémicos enunciados filosóficos tales como el existencialismo, la libertad, la mala fe, la autenticidad, el compromiso, el yo como proyecto, el psicoanálisis existencial, El ser y la nada, y la responsabilidad individual, que provocaron agudas polémicas en medio de una amplia y universal difusión. Y ocurrió lo mismo con sus categóricas posturas respecto al rechazo de las costumbres burguesas, su militancia en la izquierda, muy próxima al marxismo pero sin concesiones al comunismo, y la óptica crítica y descarnada frente a las desigualdades sociales que, ya viejo, lo retrataban como un beligerante agitador político.

 También se le recuerda, como alguien lo mencionara, por la arrogancia y libertad con que se apropiaba de los clásicos, haciendo de ellos herramientas para la profundización de su pensamiento.

 Por todo ello y por mucho más, fue mi modelo de vida.

 En el último párrafo de su autobiografía, Las palabras, que le valiera el Premio Nobel de Literatura en 1964, y que él rechazara, hace un austero trazo de lo que fue su vida ejemplarizante de escritor, despojado de artificios o mezquinos intereses personales:

Lo que me gusta de mi locura es que me ha protegido, desde el primer día, contra las seducciones de la elite; nunca he creído ser el feliz propietario de un talento; de lo único que se trataba era de salvarme —nada en las manos, nada en los bolsillos— por el trabajo y la fe. Como consecuencia, mi pura opción no me elevaba por encima de nadie: sin equipo, sin herramientas, me he metido entero en la tarea para salvarme entero. Si coloco a la imposible Salvación en el almacén de los accesorios, ¿qué queda? Todo un hombre, hecho de todos los hombres y que vale lo que todos y lo que cualquiera de ellos.

         Sartre, en consecuencia, y así tal cual, significó para mí la mayor influencia intelectual, ética y moral de mi vida. Le aprendí la manera de pensar objetivamente, con carácter y decoro. Me moldeó. Soy un producto inacabado e imperfecto, pero producto al fin y al cabo de su estremecedora parábola vital.

         Sartre, simplemente, después de veinticinco, o de cien, o de quinientos años, seguirá siendo lo que fue: un hombre, un siglo, una totalidad.

 

Germán Uribe

Bogotá, mayo de 2021








viernes, 13 de agosto de 2021

Semblanzas y añoranzas del Tolima

 

 Los invito a leer el prólogo de mi libro Semblanzas y añoranzas del Tolima



En pocas palabras

Este es un libro en donde mi intimidad está expuesta y se muestra orgullosa en cada una de sus páginas, en tanto que fue escrito desde lo más profundo de los sentimientos. Es decir, salió de mi inalienable yo interior, alejado de no importa qué influencia que no fuera la de los afectos y las admiraciones.

Sartre decía que la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace. Y este libro me hace feliz porque cuánto lo quiero.

Aquí se conjugan devoción, emoción y admiración, tres elementos que son indispensables e inseparables para la construcción exitosa de cualquier propósito material o espiritual en la vida.

Fueron esos tres impulsos los que me provocaron Ibagué y el Tolima, y su raza Pijao, y su música con la que me embriagaba en fascinantes tertulias encantadas por el hechizo seductor de la poesía, la literatura o la política.

No iba, pues, a permitir que mis vívidas experiencias moceriles en esa entrañable Ibagué, quedaran como fugaces recuerdos.

Y ya muy en concreto dejo aquí que mi memoria se solase volviendo a aquellos tiempos de asombro cuando San Simón se erigía en el templo que daba cabida a mis primeras incursiones en la cultura universal; o a la hermosa Leonor Buenaventura de Valencia, aquella que fuera para el poeta Arturo Camacho Ramírez “su última lágrima”; o a Ismael Santofimio Trujillo, “el ciego de oro”, el más querido y admirado de todos mis amigos de entonces, inspirándome para que yo también, muy cerca a la ceguera total, no pierda de vista desde mi interior, ese exterior de un mundo con el que, para bien o para mal, estamos comprometidos a vivir.  

Tantos valores humanos, instituciones y paisajes que, mezclados con mi inquietud intelectual y mi sensibilidad de cuerpo y alma, gozaron y se privilegiaron de comunes contagios, no podían menos que obligarme a registrarlas en este libro que me exigió, con sobrada razón, llamarlo Semblanzas y añoranzas del Tolima.


Germán Uribe

Bogotá, marzo de 2021