sábado, 20 de octubre de 2012

Mujer, porque te quiero, te aporrio

Por Germán Uribe

He aquí una breve pero sintomática selección de “opiniones” que dicen de cuán difícil ha sido y sigue siendo la condición de ser mujer, cuando la incomprensión, el menosprecio, el vapuleo y la violencia les llueve desde todos los flancos.


Si en España causó “polémica”, en la Colombia de hoy, como en la España de la Guerra Civil, no provocaría cosa distinta a la condena y el repudio, sin el atenuante de esa antesala tan acostumbrada y cómoda de presentar lo escandaloso y grave, primero como polémica, y luego resignarse a dejarlo ir hacia el repudio y la condena. Me refiero a la frase que pausadamente y a conciencia plena soltara el expresidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, José Manuel Castelao, un activo miembro de la dirigencia del ultraconservador Partido Popular ibérico que, de contera, es quien rige hoy los destinos de la España de Mariano Rajoy, un país en bancarrota y con más de 5 millones de desempleados que no ven ninguna luz en su horizonte.


“Las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, le espetó a una desconcertada concurrencia y con la misma arrogante desfachatez con que lo sabe hacer bien el machismo extremo cuando se trata de dejar por sentado frente a sus congéneres el eterno relegado papel de la mujer en el discurrir social de la historia humana.

Y es que aunque siempre invocamos a México como la cuna del más puro machismo y a Colombia como uno de los más fieles admiradores de esas expresiones tan cacareadas en rancheras y corridos, he aquí, pues, que nuestra Madre Patria parece recoger sus pasos y encaminarse ahora -y hay múltiples pruebas recientes de ello-, a seguir los malos pasos de sus hijos respecto a la mirada que sobre las mujeres, con tanto menosprecio, han dado en poner de moda los “ingeniosos” superhéroes del género masculino. Así es como el imán de la localidad andaluza de Fuengirola, condenado recientemente a 15 meses de prisión por un juzgado Penal de Barcelona por el delito de provocación a la violencia por razón de sexo, se atrevió a dejar registrada y en detalle, en el capítulo 4 de su obra, “La mujer en el Islam”, “cómo pegar a las mujeres sin dejar rastro.”


Y aquí, entre nosotros, y nada menos que a nivel de Canciller de la República, nuestra bella ministra, María Ángela Holguín, desvalorizaba a sus propias congéneres cuando en frase desafortunada y en referencia al escándalo sexual y de prostitución acontecido con la Servicio Secreto del presidente Obama con ocasión a su visita a Cartagena en abril de 2012, en un esfuerzo por menguar con el manto del lenguaje diplomático lo ocurrido con la libido de los escoltas del ilustre visitante, incurrió en este exabrupto que por igual nos hizo ruborizar tanto a quienes pretendía defender como a quienes se proponía criticar: “Donde hay un hombre, hay prostitución”, dijo tranquilamente. La dulce Canciller, literalmente, las prostituyó a todas. Desde comienzos de la historia el género masculino ha estado presente en la vida social de la humanidad. Aquí, allá y acullá, la mujer también ha estado siempre ahí. Unos y otros se miran, se rozan y a menudo se complementan. Entre ambos procrean. Los unos y las otras están dotados de sentimientos y afirmaciones e impulsos sexuales, por lo que mal estaría afirmar que donde haya mujeres, habrá “putos”, o en donde existan hombres siempre habrá “putas”. ¡Qué boutade”, señora ministra, aunque sin entender todavía lo que quiso decir con su malhadada “sentencia”, puesto que ni la mujer por sí misma y por sí sola hace de los hombres unos prostitutos, ni los hombres por su natural avidez sexual hace de todas las mujeres unas prostitutas.



Y qué decir, cuando de rebajar a la mujer y servirla de carne de cañón de la guerra de los sexos, o de plato fuerte de la hambruna libidinosa de los hombres, o de llevarla a la postura de servicial esclava y dócil objeto para el ejercicio de no importa cuál fantasía erótica, tantas frases anónimas que circulan por ahí divulgando estas cicutas: “Dios creó al hombre primero... y al ver tanta perfección, le creó una sirvienta.” “El hombre descendió del mono, y la mujer descendió mucho más.” “¿Qué hay que hacer para ampliar aún más la libertad de una mujer? Enchufar la plancha a un alargue.”

Ah, y a una de nuestras reinas de belleza se le deslizaba, sin maldad, lo reconozco, y con sinceridad la excuso habida cuenta de su inexperiencia y comprensible nerviosismo, una reflexión de irremediable fuerza cantinflesca tan histórica como histriónica: "El hombre se complementa al hombre, mujer con mujer, hombre con hombre y también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario…”

Más que por infamia, por sano afán burlesco, el refrán popular reza: “Porque te quiero te aporrio”. Pero como van las cosas, entre la guerra que las ha convertido en cotos de caza y trofeos de guerra, y la violencia individual o intrafamiliar que las oprimen y agobian, parece ser que la aparente estructura inofensiva de esta frase picaresca se está transformando en una realidad peligrosa y desalmada. Mortal, si se quiere. Tanto la apreciación wildiana de que “Se mata siempre lo que se ama” como la de “Porque te quiero te aporrio”, aparentemente están sustituyendo al “te quiero” y al “amor”, por el “te uso” y “te odio”.

guribe3@gmail.com