sábado, 20 de octubre de 2012

Mujer, porque te quiero, te aporrio

Por Germán Uribe

He aquí una breve pero sintomática selección de “opiniones” que dicen de cuán difícil ha sido y sigue siendo la condición de ser mujer, cuando la incomprensión, el menosprecio, el vapuleo y la violencia les llueve desde todos los flancos.


Si en España causó “polémica”, en la Colombia de hoy, como en la España de la Guerra Civil, no provocaría cosa distinta a la condena y el repudio, sin el atenuante de esa antesala tan acostumbrada y cómoda de presentar lo escandaloso y grave, primero como polémica, y luego resignarse a dejarlo ir hacia el repudio y la condena. Me refiero a la frase que pausadamente y a conciencia plena soltara el expresidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, José Manuel Castelao, un activo miembro de la dirigencia del ultraconservador Partido Popular ibérico que, de contera, es quien rige hoy los destinos de la España de Mariano Rajoy, un país en bancarrota y con más de 5 millones de desempleados que no ven ninguna luz en su horizonte.


“Las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, le espetó a una desconcertada concurrencia y con la misma arrogante desfachatez con que lo sabe hacer bien el machismo extremo cuando se trata de dejar por sentado frente a sus congéneres el eterno relegado papel de la mujer en el discurrir social de la historia humana.

Y es que aunque siempre invocamos a México como la cuna del más puro machismo y a Colombia como uno de los más fieles admiradores de esas expresiones tan cacareadas en rancheras y corridos, he aquí, pues, que nuestra Madre Patria parece recoger sus pasos y encaminarse ahora -y hay múltiples pruebas recientes de ello-, a seguir los malos pasos de sus hijos respecto a la mirada que sobre las mujeres, con tanto menosprecio, han dado en poner de moda los “ingeniosos” superhéroes del género masculino. Así es como el imán de la localidad andaluza de Fuengirola, condenado recientemente a 15 meses de prisión por un juzgado Penal de Barcelona por el delito de provocación a la violencia por razón de sexo, se atrevió a dejar registrada y en detalle, en el capítulo 4 de su obra, “La mujer en el Islam”, “cómo pegar a las mujeres sin dejar rastro.”


Y aquí, entre nosotros, y nada menos que a nivel de Canciller de la República, nuestra bella ministra, María Ángela Holguín, desvalorizaba a sus propias congéneres cuando en frase desafortunada y en referencia al escándalo sexual y de prostitución acontecido con la Servicio Secreto del presidente Obama con ocasión a su visita a Cartagena en abril de 2012, en un esfuerzo por menguar con el manto del lenguaje diplomático lo ocurrido con la libido de los escoltas del ilustre visitante, incurrió en este exabrupto que por igual nos hizo ruborizar tanto a quienes pretendía defender como a quienes se proponía criticar: “Donde hay un hombre, hay prostitución”, dijo tranquilamente. La dulce Canciller, literalmente, las prostituyó a todas. Desde comienzos de la historia el género masculino ha estado presente en la vida social de la humanidad. Aquí, allá y acullá, la mujer también ha estado siempre ahí. Unos y otros se miran, se rozan y a menudo se complementan. Entre ambos procrean. Los unos y las otras están dotados de sentimientos y afirmaciones e impulsos sexuales, por lo que mal estaría afirmar que donde haya mujeres, habrá “putos”, o en donde existan hombres siempre habrá “putas”. ¡Qué boutade”, señora ministra, aunque sin entender todavía lo que quiso decir con su malhadada “sentencia”, puesto que ni la mujer por sí misma y por sí sola hace de los hombres unos prostitutos, ni los hombres por su natural avidez sexual hace de todas las mujeres unas prostitutas.



Y qué decir, cuando de rebajar a la mujer y servirla de carne de cañón de la guerra de los sexos, o de plato fuerte de la hambruna libidinosa de los hombres, o de llevarla a la postura de servicial esclava y dócil objeto para el ejercicio de no importa cuál fantasía erótica, tantas frases anónimas que circulan por ahí divulgando estas cicutas: “Dios creó al hombre primero... y al ver tanta perfección, le creó una sirvienta.” “El hombre descendió del mono, y la mujer descendió mucho más.” “¿Qué hay que hacer para ampliar aún más la libertad de una mujer? Enchufar la plancha a un alargue.”

Ah, y a una de nuestras reinas de belleza se le deslizaba, sin maldad, lo reconozco, y con sinceridad la excuso habida cuenta de su inexperiencia y comprensible nerviosismo, una reflexión de irremediable fuerza cantinflesca tan histórica como histriónica: "El hombre se complementa al hombre, mujer con mujer, hombre con hombre y también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario…”

Más que por infamia, por sano afán burlesco, el refrán popular reza: “Porque te quiero te aporrio”. Pero como van las cosas, entre la guerra que las ha convertido en cotos de caza y trofeos de guerra, y la violencia individual o intrafamiliar que las oprimen y agobian, parece ser que la aparente estructura inofensiva de esta frase picaresca se está transformando en una realidad peligrosa y desalmada. Mortal, si se quiere. Tanto la apreciación wildiana de que “Se mata siempre lo que se ama” como la de “Porque te quiero te aporrio”, aparentemente están sustituyendo al “te quiero” y al “amor”, por el “te uso” y “te odio”.

guribe3@gmail.com








sábado, 6 de octubre de 2012

Uribe, el gran perturbador

Por Germán Uribe

Con su actitud guerrerista y el mal sabor que parece producirle todo lo que no sean cruzadas de exterminio contra la selectiva lista de enemigos de “su patria”, a nadie en Colombia mejor que al político y expresidente Uribe le cae como anillo al dedo esta sentencia del francés Jean Le Ront D’Alembert: “La guerra es el arte de destruir hombres; la política, el de engañarlos.” O esta otra de Guy de Maupassant, a quien como él ha sabido manipular hasta la saciedad los “huevitos” y la “patria”: “El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras”, frase ésta que por fin me permitió entender aquella manía suya por restregar hasta el cansancio lo de los tres huevitos, una idiota simbología de cursi factura infantil.



Los enemigos de la paz, él, o todos los que con él lo son, tienen la forma, el fondo y la esencia del más azaroso conservadurismo político. Y esta conclusión resulta tan obvia, como obvio es decir que aquellos que se oponen a la paz podrían llegar a ser tan criminales como los mismos criminales a quienes ellos señalan de terroristas y violentos. Poco les importa el horror de la guerra, e identificarlos no nos cuesta ningún esfuerzo porque desde su trinchera de extrema y deshumanizada derecha, lo vociferan sin descanso con sus constantes pendencieras catilinarias de guerra. Y se retratan en ellas, por lo que se les ve siempre con esa falsa altivez triunfalista, su rostro duro y sus quijadas desencajadas por el afán de la bronca y la vindicta.

Para él, para ellos, la única suerte guerrillera es simplemente el exterminio, así simplemente y sin alternativa. Para el paramilitarismo, en cambio, la concesión de penas irrisorias por sus masacres, o la extradición para acallar sus voces en Colombia.



¡Qué de enormidades las de este señor!

¡Qué “inteligencia superior” al servicio de la malevolencia!

"Si yo soy soldado, policía, o suboficial”, vocifera, “y veo que los comandantes que hasta hace pocos días me incitaban a combatir a los terroristas y ahora veo que están negociando con ellos, yo de pronto desatiendo la instrucción del Presidente". ¿No es esto un llamado a la insubordinación de los “soldados y policías de la patria”? Frases como ésta de desafiante tinte subversivo y de puro sabor anarquista se descuelgan semana tras semana desde su irascible Twitter, surtidor prolífico de ideas y razones descompuestas, machacadas por él con fruición tras saberse acompañado por el eco alborozado e irresponsable que de todo lo suyo hacen algunos medios a cada una de sus despotricadas. Pero esta afirmación de desobediencia a la Constitución y las leyes, engendro de la más cavernaria postura de extrema derecha, parece no inspirarles miedo y repulsión a quienes dicen admirarle como político y gobernante.

Producto de su obsesiva confrontación personal con la guerrilla de las Farc, todo lo que dice y hace va dirigido a minar cualquier proceso que pueda desembocar en la paz.

Su “amor” a la “patria” y la salvaguardia de sus tres “huevitos”, están por encima de la paz de Colombia.

Tal es su desvarío, que sin inmutarse practica olímpicamente aquello de que quien no esté conmigo, está contra mí, y yo soy la razón y la verdad, y quien así no lo admita, ejerce de impío. Y un ejemplo de cómo a puesto a su servicio el maniqueísmo y las tergiversaciones hasta para sus propias contradicciones, lo trae a colación Pedro Medellín en su columna de El Tiempo:

“Incluso, debería recordar que desde el momento mismo en que asumió la presidencia, Uribe propuso un modelo de negociación con los paramilitares mucho más laxo que el que propone Santos para los guerrilleros. Basta con constatar que, en el proyecto de referendo que presentó al Congreso el 7 de agosto del 2002, en un parágrafo a la pregunta 7, decía: "Con el fin de facilitar la reincorporación a la vida civil de los grupos armados al margen de la ley que se encuentren vinculados decididamente a un proceso de paz bajo la dirección del Gobierno, este podrá establecer, por una sola vez, circunscripciones especiales de paz para las elecciones a corporaciones públicas, que se realicen antes del 7 de agosto del año 2006 o nombrar directamente por una sola vez".

¿Qué hacemos con este hombre a quien, pese a que millones de colombianos le dieron la oportunidad de ser Presidente de la República por dos veces consecutivas, la primera, democráticamente con todo y el denunciado apoyo narco-paramilitar , y la segunda, tras inmorales maniobras, considera ahora tras ocho años de poder casi dictatorial, que es él el llamado a continuar con la guerra delirante que atizó en aquellos dos periodos, habida cuenta de que, tras bombardear al Ecuador, lo que le faltó fue tiempo para bombardear a Venezuela y terminar de incendiar a Colombia?

¿Qué hacemos con este hombre que descuidó la obligación Constitucional que tienen los presidentes de buscar y preservar la paz de la República, y que ahora, cuando su sucesor se empeña en alcanzarla, se le atraviesa con el argumento de que la paz no debe negociarse con los enemigos comandantes terroristas de las Farc, pero sí con los amigos comandantes terroristas del narcoparamilitarismo?

¿Qué hacemos con un hombre lleno de odio y furor de venganza y ambición de poder perpetuo que en un país que busca desesperadamente la paz, hace y dice hasta lo indescriptible por impedirlo?

Aquí no podemos caer en el dilema de, o la guerra de Uribe o la paz de Colombia. Aquí debemos continuar con optimismo este esperanzador camino que se ha abierto, desoyendo los ladridos de los perros rabiosos atrincherados bajo el dominio de su férula en la madriguera de la extrema derecha.

guribe3@gmail.com

sábado, 15 de septiembre de 2012

El sexo vendiendo y la mujer perdiendo

Por Germán Uribe

Es en el universo de la publicidad en donde la segregación de la mujer, súbdita sempiterna de los excesos machistas, se hace más visible. Esta vitrina de destellos ilusorios es la encargada de arrastrar al género femenino hacia la esclavitud de su imagen transformándola en uno de los productos más “rentables” del frenético apogeo comercial de nuestro tiempo.


Ellas vienen contribuyendo, aunque sin haberlo proyectado o proponérselo, a una situación de deterioro de su dignidad y su decoro, permitiendo que se las trate como la nueva materia prima de uno de los negocios más poderosos de la era moderna. Están, pues, en manos de una publicidad sexista que, sin escrúpulos, viene conduciéndolas hacia una única y perversa valoración posible: el "objeto sexual" estereotipado como gancho de enorme atracción entre consumidores y productores de toda clase de mercancías que, probablemente también, sirve para encarecer, en relación directa con la belleza que los anuncia, los "artículos" ofrecidos.

"En los últimos años los anuncios de pantalones vaqueros, perfumes, y muchos otros productos", refiere un analista, "han ofrecido imágenes provocativas que fueron diseñadas para activar respuestas sexuales de tan amplio espectro de la población como fuera posible, para dar una sacudida eléctrica por su ambivalencia, y para apelar a menudo a los deseos bisexuales reprimidos que se piensa comportan una mayor carga emocional." Y el mismo Calvin Klein rotulaba a los pantalones vaqueros como afirmación de sexo, y añadía que "la abundancia de carne desnuda es el último intento de los publicistas de dar a productos redundantes una nueva identidad".

Simplificando, observamos a una sociedad de consumo apalancada en la utilización del erotismo y los cánones de la belleza femenina "confiscándole" sus atributos en aras de alcanzar unos propósitos expansivos de tipo comercial.

Sin embargo, previas estas apresuradas observaciones, la preocupación que me mueve en esta ocasión es otra.

De entrada sé que abordando este tema como lo haré, inculpando también a tantas de "ellas" que no han reflexionado frente a la sutil maniobra, quedo expuesto a su irritación. No importa, porque lo que importa, sí, es evitar generalizaciones insinuando que lo son todas por su condición de género. De igual manera, también importa mencionar a manera de respetuosa súplica para que modelos y publicistas revisen lo que viene sucediendo, los excesos del día a día en la sugestión sexual como instrumento de persuasión mercantil.

Y es que en asuntos de banalidad, impresionan los "avances" y la "frescura" desbocada de tantas mujeres en la televisión colombiana de estos días. Hace algunos años pensaba que el colmo consistía en la transmisión de unas cuñas publicitarias en donde la "mujer-objeto", con su consentimiento, era manipulada y degradada, lo que de por sí ya era censurable.

¡Pero qué decir ahora!

Algunas mujeres, naturalmente entrampadas y encandiladas por la fama y la fortuna, sin pundonor ni recato, están ofreciendo los encantos exquisitos de su cuerpo en cuanta promoción comercial las requiera, promocionándolo todo a cambio de una efímera prosperidad. Dinero para vivir bien y fama para seguir acumulando dinero en el mismo oficio. Pero tales "modelos", en esta carrera enloquecida, y sin racionalizarlo bien, están matando ellas mismas la gallina de los huevos de oro. A diario rebotan de la pantalla a nuestras miradas ávidas tal cantidad de senos sublimes y voluptuosos, cinturitas eróticas, piernas seductoras y “derrière” pluscuamperfectos, que no tardará la hora en que aquellas miradas libidinosas, terminen por saturarse.

Ya la sabia expresión popular tras siglos de experiencia lo señaló: “Bueno es culantro pero no tanto”.

Y es que para nadie es un secreto ni constituye vergüenza lo que la madre natura con generosidad gratificante les entregara a ellas para hacer florecer doblemente la vida con sus dones para la creación y el placer, ya que cuánta fascinación "perturbadora" no está contenida en sus cuerpos; cuántas pasiones embriagadoras no despierta su desnudez; cuánta valía no tiene para el hombre su piel cautivante, sus líneas sensuales, sus contornos, sus colinas y sus profundidades. Pero si la ración diaria que se nos ofrece es siempre la misma, invariable, si todos los días estamos precisados a alimentarnos sólo de coliflor o de atún, si ya no es un enigma nada y el atractivo del misterio y la magia, de lo por descubrir o de lo cambiante se pierde en la monotonía de una reiteración, aquí y ahora estamos comenzando a perder todos: hombres, mujeres y publicistas.

Qué bueno sería que la mujer, que intrépidamente viene librando y ganando batallas por su autonomía, por sus derechos a la igualdad, por su honra, repasara a fondo y abriera sus bellos ojos ante las nuevas formas de esclavitud y servilismo a que la viene sometiendo esta sociedad mercantilista y machista. Con el espejismo de ciertos derechos hoy por hoy reconocidos ampliamente y que le permiten un trato equivalente, la mujer, no obstante, está dejándose conducir al retorno de su ancestral infortunio: ser la explotada y sumisa servidora de la utilitarista, exigente y caprichosa voluntad del hombre… publicista.

Aunque muchas rechazan que se las tilde de simples objetos sexuales, por estas nuevas tendencias pareciera que se están empeñando precisamente en eso. En serlo.

Y no es que no las codiciemos así. Nosotros, los hombres. Pero, ¿y ellas? ¿Acabarán por acostumbrarse a ser justipreciadas simplemente por ello? ¿A que el mayor de sus méritos y su seguro de vida estén directamente relacionados al embrujo de su desnudez o al fulminante impulso de su desenfado y osadía que ahora parece habitarlas como huésped constante?

Pero, en fin, para disculparme con ellas, concretamente con las "historiadas" aquí, terminaré admitiendo con Oscar Wilde que “las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”. Y con Sor Juana Inés de la Cruz, en acto de extrema y debida contrición, repetiré:

“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis”


guribe3@gmail.com



Una mujer berraca

Por Germán Uribe


No tiene pelos en la lengua y dice lo que se le viene en gana, es cierto, pero a diferencia de otros, como el expresidente Uribe, por ejemplo, sus palabras están sólidamente ajustadas a lo que le dictan el corazón, la honestidad política y la firmeza ideológica, y no a los rebotes del oportunismo o al uso y abuso de la perfidia para tirarse a los demás mientras construye lo suyo.

Qué carácter y qué formidable capacidad de lucha. Y qué resistencia a los embates de sus malquerientes. Nunca antes en la historia reciente del país, al menos que yo recuerde, a una figura pública se la había perseguido, calumniado y vapuleado tanto como a esta intrépida mujer. Los depredadores de prestigios, casi todos ellos encuevados en la extrema derecha del "Puro Centro", no le dan tregua. La recalcitrante caterva uribista vela porque sus movilidad política, el cause natural de sus principios ideológicos al que tiene tanto derecho como cualquier otro, sus opiniones y desplazamientos físicos, su actividad humanitaria y hasta el mismo aire vital que respira, expiren.

Pero hay a su favor, sin embargo, en la frenética persecución minuciosamente elaborada que optaron por montarle, un contenido de envidia… y miedo, y por ello desgastan a diario sus ajadas camándulas rezando sin cesar por todas sus muertes.

Cuando Piedad Córdoba propone no importa cuál fórmula para la liberación de los secuestrados, o para buscarle una solución pacífica al conflicto armado, o cuando con su voz libertaria levanta el tono para defender las minorías y denunciar las injusticias, los desplazamientos, la desigualdad social, el hambre y la pobreza que desde Uribe hasta Timochenko todos sabemos ahí y aquí, es una tal "Teodora Bolívar" la que hace estas denuncias, o una "fariana" deschavetada a la que no solo no se le debe escuchar, sino que bueno sería silenciar en una mazmorra o en la hermética profundidad de una tumba.

Los colmos en ella no se sacian. Si habla en México o en Ecuador para decir lo que otros decimos con extrema precisión en tertulias, protestas callejeras, columnas de prensa, quejas escritas a las autoridades, o "cartas a la redacción", al decir de nadie menos que de la cabeza del Ministerio Público quien representa a los ciudadanos ante el Estado ejerciendo la facultad de intervención "siempre que se desarrolle en defensa de los derechos y las garantías fundamentales", pudo haber "incurrido en los delitos de concierto para delinquir, incitación a la violencia y asonada". ¡Hágame el favor!

Y es que para el Procurador Ordoñez, Piedad Córdoba, por ejercer su sagrado derecho de expresión, bien amparado como lo está por la Constitución Nacional, por decir sin tapujos lo que millones de colombianos nos restringimos a pensar, delinque. Es decir, ha cometido un claro y execrable "delito de opinión". ¡Cuánta nostalgia dictatorial y fascista!

Cuando le llegó la información del video de Piedad en el Cauca dirigiéndose a los indígenas, y tuvo en sus manos "el cuerpo del delito", llamó aquello "noticia criminal", añadiendo que como estaba por fuera de su competencia cualquier investigación al respecto, "exigía" la inmediata intervención de la Fiscalía General de la Nación. ¡Qué afán! ¡Qué dicha!

Ella delinque, pues, por lo que debe ser judicializada, juzgada y condenada. ¿Y de nosotros, y los otros y todos aquellos colombianos que decimos o pensamos lo mismo, señor, qué será? ¿Será que como usted dice estamos también incursos en el delito por arrogarnos ese mismo derecho al que usted llama "un fuero especial para delinquir"?

Ahora bien, cuando el señor Procurador se ensaña con esta valiente mujer ante la mirada cómplice del establecimiento, la orquestada simpatía de tantos medios de comunicación, el aplauso rabioso de la derecha política, parapolítica y narcotraficante, ¿cuál responsabilidad judicial le cabría a él, al probablemente violar con sus instigaciones desde su alta responsabilidad como jefe del Ministerio Público los artículos 13 y 20 de la Constitución Política de Colombia?

Porque es que quienes quieren ver a Piedad Córdoba en la cárcel o muerta, no podrán jamás justificarlo por el desconocimiento de la Constitución o las leyes. Simplemente lo desean porque la propaganda política trabajada en filigrana por sus opositores desde la radio, la prensa y la televisión, les ha lavado el cerebro y los tiene en un estado de alienación y vergonzosa postración, o porque, aunque conscientes de los mandatos de la Carta, ven en ella la dinamita que terminaría por erosionar sus privilegios, o porque, simplemente es mujer y por añadidura, negra, lo cual para los machistas de ambos géneros es francamente imperdonable.

Y como si lo anterior fuera poco, el Jefe del Partido Liberal, su partido, el joven Simón Gaviria Muñoz, investido por la veleidad que le proporcionan su delfinazgo y su fugaz estrella, en un arrebato más humorístico que político, vacía sobre ella su resentimiento personal a nombre de la "democracia": "intolerable, desleal y antidemocrática… (sus palabras) no sólo pueden constituir una incitación al caos y a la anarquía, sino que distan profundamente de los postulados ideológicos del Partido Liberal".

En fin, "Negra".

¡Vaya "insulto" infeliz que a esta mujer berraca, estoy seguro, la hace feliz!

guribe3@gmail.com





sábado, 11 de agosto de 2012

Los animales, esas cosas…

Por Germán Uribe

Aterra saber que en dos artículos del Código Civil Colombiano a los animales se les designa como “cosas”. Nadie que tenga un mínimo de sensibilidad, o al menos de visión humana y que entre humanos viva, incluidos los peores criminales, dejaría de reconocer que éstos tienen vida propia, sufren y gozan al igual que nosotros, tienen movilidad, capacidad de observación, reconocimiento de lo que los daña o beneficia, y en fin, en conclusión y de manera irrefutable, que son seres vivos: nacen, crecen, se alimentan, respiran, tienen órganos de los sentidos, se reproducen y mueren.


Y, sin embargo, vea pues, cómo en pleno siglo XXI a un caballo, un toro o un león se les califica y avista como meras “cosas”. Ni siquiera las ratas o los piojos, o las cucarachas y las garrapatas merecen tamaña inhabilitación. Pero así estaban y seguramente continuarán estando estas “cosas” con todo y que una reciente sentencia del Consejo de Estado que acogiera la ponencia presentada por el magistrado Enrique Gil Botero estableciera que "la interpretación de los artículos 2353 y 2354 del Código Civil se debe ajustar a los postulados constitucionales y filosóficos que reconocen el valor como seres vivos de los animales y, por lo tanto, su capacidad para ser titulares de derechos".

Quién lo creyera que… ¡por fin!

Parece, entonces, que a partir de esta nueva interpretación respecto de los animales, sempiternamente excluidos e invisibles ante la ley, el estatus de personas jurídicas reservado a los seres humanos, tajantemente excluyente frente a las millones de especies vivas que han sido siempre consideradas “cosas”, comienza a repensarse.

En la antigüedad, la concepción filosófica imperante definía a la totalidad de los animales como especies destinadas al uso y disfrute del hombre hasta que, tras debatir y controvertir aquello de que la ley es de humanos y sólo para humanos, la ciencia y la filosofía fueron poco a poco rectificándose. Por ello, aunque aún no se ha logrado que las legislaciones se ocupen en todos y cada uno de los países del mundo en ampliar su espectro para alcanzar a estos seres, ya se vislumbra un avance al aceptar que aquellas “cosas” son seres tan vivos como lo podemos ser nosotros.

Naturalmente que semejante concepción milenaria tenía que revaluarse sobre todo si se tenía en cuenta que en numerosos casos el nombrado instinto de los animales deriva en inteligencia a través de su capacidad de entendimiento o comprensión. Darwin fue explícito: "Las distintas emociones y facultades de las que el ser humano se cree único dueño se encuentran de modo naciente y a veces bien desarrolladas en los animales inferiores".

Pero volvamos a la histórica sentencia de la Sección Tercera del Consejo de Estado que en su parte medular propende por el buen trato que los humanos le debemos a los animales. Ese es el sentido de su nueva doctrina, razón de ser para que la acojamos con tanto entusiasmo y, naturalmente, con un gran aplauso. Allí, entre otras argumentaciones, enfatiza que la naturaleza animal, pese a no tener la facultad de expresar su voluntad, "como seres vivos, tienen dignidad en sí mismos", por lo que les exige a los hombres -que sí están regidos por la ley-, la obligatoriedad de asumir una responsabilidad frente a ellos otorgándoles cuidados y respetándoles aquella dignidad. "El principio de dignidad implícito en estos seres vivos”, señala la sentencia, “hace que toda institución jurídica tenga en cuenta esta condición”, para añadir luego en términos que para algunas “bestias humanas” parecerían una herejía o una desvarío: “Por lo tanto, son susceptibles de ser titulares de derechos, como una muerte digna sin sufrimiento, o a no ser maltratados". Y acota el doctor Gil Botero para redondear su razonamiento: "Nos beneficiamos de los animales, pero no es lícito que los torturemos o que su muerte se convierta en un espectáculo".

Al que le caiga el guante que se lo chante.

Desafortunadamente la sociedad no está enterada -lo que no es excusa para obrar en contrario- de que existe una Declaración Universal de los Derechos de los Animales aprobada primero por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y luego por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Ello, poco importa a quienes continúan manipulándolos como a “cosas” que están aquí en este mundo para ser usadas y abusadas sin contemplación alguna.

El ferviente llamado que hago ahora por el bienestar de los animales, llamado cuyo eco y su onda expansiva por desgracia están severamente quebrantados por mi escepticismo de cara a sus resultados, se torna, además, poco menos que ilusorio cuando me sumerjo en esta reflexión: si el uso y abuso desmedidos en el trato se da entre humanos con tal sevicia y crueldad, ¿qué se puede esperar, o mejor, cuál bondad podríamos pretender de estos “humanos” frente a sus víctimas inferiores del reino animal?


guribe3@gmail.com






viernes, 20 de julio de 2012

Para derrotar la droga… ¡legalizarla!

Por Germán Uribe

Cuando en 1970 durante la presidencia de Nixon los Estados Unidos declararon la guerra contra las drogas, nunca se imaginaron que esta no solo sería una de las más inútiles, contraproducentes y prolongadas de todas las guerras que han provocado, sino que, con graves perjuicios secundarios, cuyo efecto es ya de incalculable envergadura en todos los rincones de la tierra, sus diversos costos superarían con creces las tantas otras convencionales en las cuales han sido iniciadores o protagonistas. Y lo saben, pero lo niegan o callan. Su asombrosa terquedad va en contravía de la historia y es cínica, impúdica e irresponsable. Además, como lo dijimos hace algún tiempo en esta misma columna, mientras persistan en el prohibicionismo, combustible y atizador de esta guerra, y fuente económica del narcotráfico al que hace cada vez más osado y violento y, ¡oh paradoja!, menos vulnerable, su determinación a continuarla la hará prevalecer como una cruzada ineficaz y absurda.


Sus resultados, a más de negativos, son contrarios a su fin: la producción de narcóticos crece día a día, sus altos precios en el mercado no han podido desestimular su consumo, ni su criminalización ha logrado vencer las adicciones o la curiosidad de los usuarios. Y pese a lo que ciertas autoridades gringas han venido afirmando en el sentido de que la guerra tiene un acento mayor en el combate contra el consumo interno en su país, creemos que su estrategia global está condenada a fracasar hasta el día en que resuelvan superarla con un replanteamiento que les haga optar por asumirla como un palpitante problema de salud pública, abandonando su financiamiento y apoyo a la represión policial y militar, a las fumigaciones nocivas e indiscriminadas y al aporte tecnológico y guerrerista con que creen poder ganarla.

La drogadicción, como el alcoholismo, es básicamente un problema social y de salud pública. Y los viciosos no son un ejército en pie de lucha, son simplemente unos enfermos a quienes han querido “curar” a punta de cárcel y metralla.

Y aunque este no es lo que pudiéramos llamar el problema social de nuestro tiempo, como sí lo son el hambre, la pobreza y la desigualdad, no cabe duda de que los ingentes recursos económicos, técnicos y militares que se derrochan en ella, están distrayendo los esfuerzos que la potencia del Norte debería encausar hacía soluciones que mejoren las condiciones de vida de los pueblos menos favorecidos del planeta.

Como se ven las cosas, el auge de esta guerra viene intensificando la violencia y destruyendo los ideales de paz, progreso y bienestar de numerosos países, entre ellos y de manera significativa, Colombia y México.

A diferencia de lo que ya esbocé en otras oportunidades, ahora intentaré ceñir mi opinión a unas razones muy concretas para insistir en la urgencia de que la legalización de las drogas se convierta en una realidad impostergable o, al menos, en el punto de partida del debate sobre la manera de confrontar su peligro, partiendo de la conciencia, ya casi generalizada, de que hay que hacer algo, ya, para sobreponernos al temor de que si dejamos de lado una guerra frontal, sangrienta y depredadora contra el hombre y el medio ambiente, como lo es esta, estaríamos cediendo terreno para que esta peste moderna termine por liquidar a nuestra sociedad, idiotizándola, enfermándola y finalmente matándola.

Veamos pues, uno a uno, varios de los argumentos que me han llevado a concluir que únicamente con su legalización podemos superar sus desastrosos efectos:

El alcohol y el tabaco se instalaron en las costumbres sociales sin que esto significara el fin de la especie humana.

Como prohibición de una elección personal que es, se vuelve restrictiva y por ende atentatoria de las libertades individuales. Anticipo que lo digo en términos filosóficos antes de que me lluevan cursis refutaciones.

Los inestimables recursos económicos destinados para combatir la producción, el tráfico y el consumo bien podrían trasladarse a la inversión social y a la lucha contra la criminalidad.

El lucro excesivo de su negocio necesariamente se vendría a pique.

Su producción quedaría regulada y su calidad, dosis y alcances controlados.

La corrupción en la política y en los poderes públicos se vería mermada.

Los tentáculos de la represión para controlarlas o eliminarlas dejarían de infringirles a las gentes de bien efectos colaterales.

El liderazgo por parte de los Estados Unidos en esta guerra dejaría de ser un pretexto para inmiscuirse en el resto de países del mundo quebrantando su independencia y soberanía.

En definitiva, su ilegalidad se convierte en un fascinante reto para productores, comercializadores y consumidores. “Lo lícito no me es grato; lo prohibido excita mi deseo”, sentenció Otto Wagner. Y alguien más nos advirtió: “Lo prohibido tiene un sabor misterioso hasta que se hace costumbre”. Y eso es precisamente lo que no queremos.

En fin, hagamos este ejercicio un tanto surrealista: si también prohibieran el sexo, ¿qué piensa usted que pasaría? ¿La población mundial se multiplicaría llegando a niveles impensables? ¿Su práctica alcanzaría el primer puesto en el consumo humano de “bienes” y “servicios”? ¿La tentación recurrente por quebrantar lo prohibido haría de los impotentes adictos sexuales incurables? ¿El negocio de los condones superaría las cifras de facturación de Wal-Mart?

Seamos serios, aceptemos de una vez que el fin de la guerra contra las drogas y sus catastróficas consecuencias comienza indiscutiblemente con su legalización.


*Escritor
guribe3@gmail.com




La mujer y su victimización sistemática

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

Desde diversos flancos, la mujer colombiana viene siendo sometida al acoso. Y ello ha sido una constante invariable a todo lo largo de nuestra historia, solo que, ahora, con mayor frecuencia y brutalidad dados los caóticos tiempos del conflicto armado por el que atravesamos. Y que nadie se engañe: su suerte entre nosotros como seres de “segunda” es una realidad que la viene golpeando en todos los ámbitos de su existencia. Y su intrépida lucha por la reivindicación y el reconocimiento de sus valores, aún no ha dado los frutos requeridos para ubicarla en el plano de igualdad que desde siempre ha exigido.



A su condición de madres, origen y fundamento del concepto de familia, parece ser que no le queda otra compensación que la del orgullo de ser procreadoras y la satisfacción del amor que derrochan por aquellos hijos venidos de sus entrañas. En tan limitado escenario hay quienes quisieran verlas durante su periplo vital. Y tan es así, que el reclamo suyo a sus derechos de ser partícipes activas y en pie de igualdad dentro del conjunto de la sociedad, todavía, ¡quién lo creyera!, se mira con recelo y desconfianza. No de otra forma se entendería la inequidad salarial y de oportunidades para el trabajo que las golpea, la esclavitud a la que se las reduce muchas veces, el exiguo o ningún reconocimiento a su enorme aporte social, y lo que es peor y ciertamente inconcebible: el acoso sexual derivado de un machismo cavernario, el aprovechamiento de su debilidad física, la tradicional mirada del hombre que más que sentirse superior a ella, la ve desde su óptica en medio de un ejercicio casi nato y de tradición cultural como a un ser inferior, y todavía no contentos con ello, sus esclavistas decidieron, amparados quién sabe en cuál “derecho” bárbaro, ensañarse en su integridad física y sicológica, abusarlas, vejarlas y violarlas para luego, aún no saciados, asesinarlas.

Tan cruel y real como suena.

Como el espectro es amplio, centrémonos en dos de los crímenes que se cometen con las mujeres y que se desprenden de la “culpa” imperdonable que tienen de pertenecer a su género. El abuso sexual y las violaciones, que por lo que se sabe, pese a que extrañamente las estadísticas respecto a la opresión, violencia y asesinatos de las mujeres son escasas y desordenadas, cada día crecen, son más y más los hombres que participan en ellas y es enorme y desafiante la impunidad que los rodea.

No obstante las dificultades para hallar cifras, he logrado reunir estos referentes estadísticos que estremecen: Profamilia, en 2005, advertía que más de 722 mil mujeres y niñas entre los 13 y 49 años habían sido violadas una o más de una vez en su vida. Medicina Legal confirmó que en 2011 fueron denunciadas más de 20 mil violaciones. Para la Fiscalía la cifra anual de agresiones sexuales está cercana a las 200 mil, mientras que de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en Colombia cada media hora se presenta un abuso sexual contra menores. Y en un trabajo multimedia de El Tiempo, Casa Editorial, denominado “Profesión: Mujer, Ni un abuso más”, se hacía mención a que “cada 6 horas, una mujer colombiana es abusada por causa del conflicto armado y un promedio diario de 245 son víctimas de algún tipo de violencia. Entre el 2001 y el 2009, más de 26.000 mujeres quedaron embarazadas a causa de una violación, y en la última década cerca de 400 mil fueron abusadas”. Y agrega: “Acción Social tiene registradas más de 1.950.000 desplazadas: el 30 por ciento salió de sus hogares por violencia sexual y el 25 por ciento volvió a sufrir abuso en los lugares de refugio”.

La violencia de género entonces, y en particular las violaciones de las que vienen siendo víctimas impotentes las mujeres colombianas, acosan nuestra conciencia y exigen una respuesta inmediata y contundente de parte del Estado y de la sociedad.

Al gobierno le cabe la obligación de combatir esta epidemia social intensificando su campaña de invitación a las mujeres a que no duden en denunciar las violaciones, lo que ocurre en la mayoría de los casos, bien por el temor a que no les crean, o por vergüenza, o porque se sientan culpables, o porque terminen siendo señaladas como “provocadoras” de tal atrocidad.

La experta sicoterapeuta Doris Forero sintetizó brillantemente el meollo del problema con estas palabras: “Cuando construimos la sexualidad siempre la construimos desde afuera, desde lo que piensa la sociedad, lo que piensa el mundo, y no desde adentro, de lo que somos y construimos como mujeres. Culturalmente nos siguen golpeando durísimo, porque no nos han educado para nosotras sino para los otros”.

De tal forma que, como expresión netamente cultural, ni la castración química, ni la cadena perpetua, ofrecidas con tanta pasión como improvisación por quienes con toda razón buscan desesperadamente el remedio, podrían acabar con esta crueldad.

Como en este y tantos otros casos de males sociales, es a la cultura y a la educación, y a ellas solas, a las que debemos encomendarles la extirpación de raíz de estos trastornos humanos de victimización sistemática del género femenino.

*Escritor
guribe3@gmail.com





miércoles, 4 de julio de 2012

La impunidad, ¡carajo!

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com


Dedico esta columna a las familias de Rosa Elvira Cely y Luis Andrés Colmenares, clamando porque sus conmovedoras tragedias no queden como tantas otras en la impunidad.


El pasado 25 de julio, luego de seis años de promulgada la Ley de Justicia y Paz, sólo se conocía de una sentencia en firme… Y esto no lo afirma un “bandido narcoterrorista de la Far…”, como suele decir el expresidente Uribe refiriéndose a quien osa opinar contrariando sus palabras o acciones ultraderechistas, o a poner en tela de juicio su calidad de “mejor Presidente que ha tenido Colombia”. Siendo el ideólogo de las variadas normas jurídicas que se implantaron bajo su administración para favorecer no tanto a las víctimas y su sagrado derecho a la justicia y la reparación, como a los victimarios del paramilitarismo para ver si “de pronto”, aunque fuera en apariencia, se desmovilizaban, su recalcitrante postura guerrerista no le deja reconocer el fracaso de tal “estrategia” y menos admitir que aquella “desmovilización” fue sólo un pantallazo propagandístico que los paras acordaron con el gobierno mientras sus tropas se reagrupaban con mayor fuerza y crueldad. Y más adelante, como parte de la maniobra para cubrir el fiasco y seguir engañando, algún avivato uribista dio en llamar a ese mismo paramilitarismo como las “bacrim”. Por ello debemos recurrir al Informe Anual 2011 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para refrescarle la memoria y de paso abrirle los ojos al país y especialmente al gobierno del presidente Santos, inclinado como parece estar a sacar cualquier día de estos de su laberíntico bolsillo la llave de la paz que dice guardar con la esperanza de dar comienzo y enrumbar un proceso de paz armónico y duradero para nuestra sangrante Colombia.

De todos los terribles males que aquejan a nuestra patria tales como la pobreza, la desigualdad, los desplazamientos forzados, el narcotráfico, la criminalidad común y, en fin, el conflicto armado y la violencia generalizada, ninguno es más sensible ni más inquietante frente al futuro del país que la institucionalizada violación de los derechos humanos, disparada con cifras aterradoras durante los 8 años de permanencia del gobierno anterior. Y de esta barbarie violatoria de dichos elementales derechos, lo que causa mayor preocupación para que su espectro crezca y se perpetúe, tiene por nombre impunidad, expresión que de tanto manosearse y repetirse hemos relegado en su acepción, para nuestra vergüenza, y de qué manera peligrosa, a una simple queja con tufillo de “cantaleta”.

Es, pues, esta reinante impunidad de la que todos hablamos, la que deviene en combustible para que aquellos males sigan cocinándose en medio de hervores azarosos que terminarán por dar al traste con lo poco que nos queda de país posible y república civilizada.

La CIDH denuncia de nuevo y por enésima vez respecto a la violación de derechos humanos, las prácticas abusivas del fuero militar, las ejecuciones extrajudiciales reconocidas ya como falsos positivos, las insuficiencias del sistema judicial, la corrupción -otro término que también de tan reiterado, está por volverse inocuo-, la discriminación social, las alianzas de la Fuerza Pública con grupos armados ilegales, las desapariciones forzosas, el hacinamiento y las anomalías del régimen carcelario, la utilización para el trabajo y la guerra de la población infantil, las mujeres como objetos de destrucción de su integridad tras la violaciones y su esclavitud, el tráfico de personas y el hostigamiento y muerte de activistas de derechos humanos.

Pero volvamos sobre la impunidad.

Es bien sabido que así como campean y se diseminan y crecen la criminalidad y la corrupción, a nuestros ojos, quién lo creyera, son contados los criminales y los corruptos. ¿Y qué hace que esta aparente contradicción se transforme en axioma? ¡La impunidad!

La impunidad no es otra cosa que la falta de castigo a quien trasgrede la ley, y quien delinque y se sabe de antemano inmune a esta u otra sanción, proclama un “derecho” y un “privilegio” de por sí contagioso en su mundo social. ¿Y qué puede ser más demoledor para un Estado que se fundamente en la democracia y la equidad que eludir o burlar a la justicia? Con cuánta razón alguien decía que “la impunidad es el primer síntoma de la conversión de un Estado en Corruptocracia.”

Mientras existan personas que, impunemente, quebranten o vulneren la ley, o instituciones, gobiernos o grupos de poder que por intereses mezquinos y sórdidos se hagan los de la vista gorda frente a cualquier tipo de ilícitos, ningún régimen político, ninguna estructura organizativa de partidos, ningún sistema electoral, ninguna rama del poder judicial o del sistema de seguridad bien sea del orden civil, policial o militar, podrá ser garantía para la estabilidad o, incluso, la viabilidad de la nación que así lo permita.





sábado, 9 de junio de 2012

Uribe, el twittero energúmeno

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

Inesperadamente la humanidad ha sido sorprendida por una fuerte voz que, vertiginosa, se levantó con notable resonancia y un alucinante cubrimiento global, y que ahora es conocida por todo el mundo como Twitter. Esta portentosa red social, nacida del microblogging, una variante de los blogs, es un servicio que habilita a sus usuarios para comunicarse entre sí a través de mensajes breves, ofreciendo la opción de escribir y leer textos hasta de 140 caracteres, entradas estas que llevan por nombre tweets, derivado del inglés twitter, cuyo significado no es otro que el de gorjear o trinar. Así, pues, quien hoy en día crea una página de Twitter, automáticamente podrá interrelacionarse con otros haciendo uso de mensajes que van y vienen en tiempo real. Esta plataforma, creada en San Francisco en el 2006 por Jack Dorsey, ofrece sus funciones sin costo alguno y tiene la particularidad de relacionar directamente y de forma inmediata tanto a los seguidores del sujeto que abre su página, como a este con quienes lo siguen. Actualmente más de 200 millones de personas gozan de sus beneficios, cifra de cibernautas que día a día se va quedando corta, generando según dato probablemente ya con amplitud superado, 65 millones de tweets al día.


Este sistema de comunicación entre los habitantes del planeta está revolucionando al mundo. Ya de por sí, podría considerárselo como una adicción contagiosa e incurable. Aparentemente por estos días nada puede decirse por fuera de él. Los gobernantes y los gobernados, el poeta o el comerciante, el periodista o el político, los enamorados, todos se ven obligados a manifestarse allí dando la impresión de que la verdad y el poder de sus expresiones van implícitas en estos tweets o tuits que salen disparados con tan solo un simple clic. Esta herramienta virtual no es otra cosa que un cable conductor de energía verbal que no repara en fronteras y cuya inmediatez y gratuidad fascinan.

Pues, bien, esta breve introducción la hago con la expresa intención de referirme a uno solo de sus usuarios, conociendo esta vez con precisión qué instrumentos tecnológicos son ahora los suyos en su desaforada carrera política y en el desenvolvimiento de su pendenciera ideología de extrema derecha y sus jurásicos y ramplones estilo y pensamiento. En suma, a qué tanta alharaca del usuario de marras.

Cualquier lector medianamente enterado del discurrir de la vida política de los últimos años sabe con certeza que si hablamos de bronquista, delirante, arbitrario, mesiánico, o de los atajos, “le doy en la cara, marica” y del todo-vale y los huevitos y un largo etcétera de absurdos y exabruptos, añadiéndole a eso lo de “trinador” y twittero, no podemos estar nombrando sino muy específicamente a un colombiano: el expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Y es que hoy en día el estatus VIP de la gente parece estar concentrándose en el uso y abuso de las páginas Twitter, las cuales, gracias a su facilismo e inmediatez, y a su enorme cubrimiento, otorgan una libertad casi absoluta para ejercer vanidades, aplastar malquerientes o lanzar calumnias y crear alarmas. No pocos egocentrismos faranduleros, intelectuales o politiqueros han venido paulatinamente inscribiéndose en su libertino Club, en donde el exiguo esfuerzo verbal o reflexivo y la comodidad que ofrece la ventajosa distancia física frente al objeto de cualquier vilipendio o, incluso también, y por timidez, de una que otra galantería o adulación, hace las delicias de los Twitteros.

Pero el fenómeno Uribe, tan repicado y publicitado por los medios en un desconcertante afán por reproducir literalmente todos y cada uno de sus trinos, ciertamente se pasó de la raya. Su frenético twitteo tiende no sólo a afectar el equilibrio mental suyo, sino a enloquecer a todo un país que, si con el presidente Santos a la cabeza, le sigue leyendo y controvirtiendo, terminará tan idiotizado y extraviado como jamás lo hubiésemos imaginado.

Porque es el eco, producto de los altoparlantes instalados en tertuliaderos, periódicos, la Tv y la radio, el que ha hecho que un expresidente presumiblemente en tránsito hacia el más riguroso juicio por parte de la justicia -la colombiana, o en su defecto, la internacional-, o al ese sí irremediable e implacable de la Historia, se haya autoproclamado de repente desde su exasperante trinar en el remozado mesías, luz en las tinieblas, conciencia de la patria, salvador y redentor de un país, y todo ello, quién lo creyera, porque en algún momento vislumbró que ajustándose su traje de twittero de tal manera que no le quedara tan holgado como aquel famoso frac que le luciera a los reyes de España, podría seguir haciendo de las suyas mientras retornaba al poder tras haber hecho trisas con sus trinos a ese, “su traidor”, el que él mismo instaurara para luego traicionar.

Para esta Colombia de ahora los trinos de Uribe son tan desestabilizadores y contrarios a la razón y al juicio, y tan peligrosos, como lo son, en otra dimensión, desde luego, las Bacrim, el narcotráfico… o cualquiera de las 7 plagas de Egipto.

Ya está bueno de tanta atención al energúmeno twittero del Ubérrimo.



martes, 1 de mayo de 2012

Fin de la privacidad: ¡nos espían!

Por Germán Uribe



Los Estados Unidos de América, paladines de los ideales de democracia y libertad, alarmados porque en el resto del mundo no se ve reflejado puntualmente su espléndido sistema de gobierno, sino muy por el contrario, el florecimiento de soberanías regionales, de defensas agresivas de riquezas nacionales, de democracias populares, de regímenes con economías anticapitalistas contrarias al exitoso modelo neoliberal, de políticas de tinte socialista procurando imponer una justicia social con equidad y autonomía con la clara intención de independizarse de nuestra supremacía mundial y menoscabar nuestra seguridad nacional, todo ello en contravía del bienestar y la prosperidad de los ciudadanos estadounidenses aquí y en el resto del planeta, y de paso pretendiendo desprestigiar el American way of life o el American Dream que con tanta eficacia logramos hacer realidad en beneficio de la humanidad, como medida de protección hemos resuelto erradicar de la faz de la tierra el secreto y las conversaciones privadas, interceptando las comunicaciones entre gobiernos o entre gobernantes y gobernados, o entre individuos y organizaciones, en la industria y el comercio o, incluso, entre familiares y amigos, puesto que esta privacidad se constituye en arma peligrosa atentatoria de la integridad y el destino tutelar que la Historia ya nos reconoce, siendo nuestra Estatua de la Libertad -La libertad iluminando el mundo- testimonio infalible de ello.


Como por fuera de nuestros emblemáticos principios de democracia y libertad todo es susceptible de devenir en terrorismo y narcotráfico, para contrarrestar tal peligro se hace necesaria una invasión a la privacidad de todos los seres humanos, y la implementación de una práctica global de espionaje, por lo que obraremos en consecuencia accesando a la información privada de los ciudadanos sin miramientos a la normas constitucionales propias o extrañas de la previa orden judicial.

Debemos señalar que nuestro mayor interés con este revolucionario sistema de espionaje orbital apunta no sólo hacia las comunicaciones militares y diplomáticas extranjeras, sino a todas las que nuestro radar capture buscando conocer en detalle la calidad y cantidad en el tráfico electrónico y de telefonía, averiguando quién se comunica con quién en el planeta y para qué, ya que el enorme espectro de esta empresa nos facilitará el almacenamiento y análisis del océano de información que circula por Internet, considerando que en 2015, 2.700 millones de personas estarían inmersas en sus redes.

Con todo y que ya existe lo que denominamos ECHELON (sistema de vigilancia conocido por el público en 1976), y que tiene como misión el espionaje y análisis de las comunicaciones electrónicas mundiales alcanzando una cifra de interceptación de alrededor de tres mil millones de ellas cada día, decidimos poner en funcionamiento, a partir de septiembre de 2013, una novedosa y ultramoderna maquinaria informática perfeccionada y de alta velocidad en lo que llamaremos el Centro de Datos de Utah, a cargo de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), con la finalidad de examinar, repetimos, todas las comunicaciones por radio y satélite, de Internet y telefonía móvil, teléfonos fijos, faxes y correos electrónicos que en el futuro puedan producirse.

Inicialmente invertiremos en el programa 2 mil millones de dólares en concordancia con la excelente Iniciativa Integral para la Ciberseguridad Nacional, plan propuesto en 2008 por el ilustre y prestigioso presidente George W. Bush como consecuencia de la experiencia que nos dejaron los ataques del 11 de septiembre de 2001. Ahora, por lo tanto, buscaremos neutralizar radicalmente las progresivas amenazas de ciberataques que podrían afectar la red electrónica de la nación o nuestro vital mercado financiero.

Quedamos advertidos.

El más sofisticado y agresivo aparato de espionaje registrado por la historia del hombre será muy pronto una realidad. Desde su base se podrán grabar al mismo tiempo todas las comunicaciones que la arrolladora tecnología actual ofrece, desde una inocente llamada telefónica hasta uno de esos cada vez más utilizados trinos. Todo un descomunal caudal de información y datos, y todo un incuantificable y precioso material secreto para descodificar. Incluso, habría que ver el origen y la razón de aquel movimiento bancario, del clamor por la enfermedad de un pariente, del divorcio de tal o cual pareja, del costo de los electrodomésticos adquiridos a crédito, de su desplazamiento a otra empresa o a otra ciudad, o de aquella llamada recibida o aquel correo enviado por cualquier ser humano que haga uso de estas, en adelante, sospechosas comunicaciones interpersonales.

Y para que esta nueva política diseñada por el Coloso del Norte se aplique bajo las condiciones de su impecable concepción de democracia y libertad, nadie en nuestro globo terráqueo se mantendrá por fuera de ella, ni dejará de gozar de sus “beneficios”.

En conclusión, se almacenará toda la información que transite por las redes, desde un proyecto militar, científico, político o económico, hasta un susurro del corazón, puesto que nadie sabe si la intrascendencia del mensaje personal de hoy o el aparente ropaje rutinario de algunos códigos entre enamorados, o entre Estados, compañías o instituciones, incluidas las religiosas, en particular las musulmanas, mañana terminen siendo un tesoro que los avances tecnológicos puedan descifrar.

Es el nuevo Big Brother que revive el pánico orwelliano ante nuestras comunicaciones acechadas. Es la macabra práctica invasiva con traje de robot que vigilará cuidadoso desde nuestras más íntimas voces, hasta el más hermético de nuestros sueños.

La humanidad, pues, ha sido notificada.

En aras de la libertad y la democracia, a partir de ahora nada quedará oculto bajo el sol del Imperio Norteamericano.


Finca Alekos, Subachoque
guribe3@gmail.com

sábado, 7 de abril de 2012

Y a los defensores, ¿quién podrá defenderlos?

Por Germán Uribe


Con frecuencia se repite este llamado de parte de asociaciones dedicadas a obras benéficas: “Ayúdanos a ayudarte”. Pues ahora, ante la arremetida de los violentos contra todo aquel que lucha por los valores de la vida y que la tenebrosa dialéctica uribista ha dado en denominar "aliados del terrorismo", el llamado desborda y trasciende la mera caridad. "Defendamos a quienes nos defienden", tal debe ser la consigna en estos tiempos cruciales de nuestra historia. O, porqué no, "movilicémonos también por ellos".




Porque es que voces tan calificadas como la de la Relatora Especial para defensores de derechos humanos de la ONU, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH-, y la de la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos en Colombia -OACNUDH-, claman ante la sociedad, el gobierno y el Estado por la protección de aquellos que con pasión y coraje se han entregado a velar porque los derechos humanos en Colombia sean respetados, corriendo por ese solo hecho de invocación a la elemental justicia, toda clase de peligros que van desde la persecución sin piedad hasta su propia muerte.


El reciente caso del abogado José Humberto Torres, miembro del Comité de Solidaridad con Presos Políticos desde hace cerca de 30 años y uno de los más decididos y valerosos denunciantes de las violaciones a los derechos humanos -ya recurrentes en nuestro país-, es a todas luces preocupante. Se ha tenido la certeza de que tanto 'Los Rastrojos', como algunos paramilitares y ciertos señalados parapolíticos recluidos en cárceles, vienen ofreciendo la suma de 200 millones de pesos a quien lo asesine. Y no es un ofrecimiento caprichoso. La razón de su condena de muerte, óigase bien, no es otra que el haber defendido el derecho a la vida de numerosos personas perseguidas y sacrificadas, tras contribuir osadamente en la denuncia y posterior condena de siniestros personajes tales como Carlos Castaño, Jorge Noguera, Juancho Dique, Don Antonio, Jorge 40 y Salvatore Mancuso.


Y vaya paradoja, el doctor Torres tiene 'asiento' en la Mesa Nacional de Garantías creada por el Estado y la sociedad civil en busca de seguridad para aquellos que ejercen la defensa de lo derechos humanos, lo que significa que estarían “velando” por su integridad física aquellos que la conforman que son nada menos -entre otros-, los Ministros del Interior y de Justicia, el Director del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, el Director General de la Policía Nacional, el Procurador General, el Fiscal General de la Nación, etc. Falta saber que hará la recién creada Unidad Nacional de Protección frente a este desangre de hombres y mujeres que con vocación casi suicida se han entregado a la defensa del derecho que tienen ellos a salvaguardar el derecho que tienen los demás a que se respete la vida de todos.


"Defendamos a los Defensores", clamaba no hace mucho El Tiempo en uno de sus editoriales mientras revelaba cifras escalofriantes provenientes tanto de la Comisión Colombiana de Juristas como de la Corporación Arco Iris: ¡Cada 36 horas es agredido un defensor de los derechos humanos en Colombia y cada ocho días muere asesinado uno de ellos, y en el 2011, 55 fueron asesinados o desaparecidos!


Si no nos ocupamos de quienes se ocupan de nosotros, si la sociedad y los gobiernos de turno no hacen consciencia y actúan en consecuencia por velar tanto por los derechos humanos como, y muy en particular, por quienes lo dan todo para su salvaguarda, si permitimos que la persecución delirante desatada durante el régimen uribista no ceda y cese, cada uno de nosotros podrá esperar la suerte que se vislumbraba en aquel premonitorio poema de Martin Niemöller atribuido equivocadamente tantas veces a Bertolt Brecht:


Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.


Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.


Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.


Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.


Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.


Este clamor, lo sé bien, no es más que el aporte de un grano de arena en el mar de responsabilidades apremiantes que deberíamos asumir reclamando el derecho a la vida de quienes sacrifican la suya mientras protegen la nuestra.


Y es que la pregunta obligada y puntual en estos ciertamente dramáticos momentos, tendría que ser esta: Y a los defensores de los derechos humanos, ¿quién los defiende?






Finca Alekos, Subachoque
guribe3@gmail.com

domingo, 25 de marzo de 2012

Mi biblioteca por una sonrisa

Por Germán Uribe

Hace mucho tiempo decidí para mis libros un destino que me redimiera del egoísmo, liberándome a un mismo tiempo de la mezquina ostentación implícita en la exclusividad de su posesión. Aquellos volúmenes, al pertenecerme e ir creciendo en cantidad, me conferían una condición de privilegio y codicia, mientras percibía, de este modo, que al negar a los otros el derecho que yo me arrogaba, me convertía en aquel pequeño burgués cuyo discurrir vital oscila entre el buen vivir y el acaparamiento de lujos y prebendas. Cada mañana me sentía, pues, urgido a escapar de la mala conciencia que ello me provocaba.

Los libros que venía acumulando desde mi remota infancia no podían quedarse eternamente inmóviles, petrificados en el sacro recinto personal e íntimo que había dispuesto para ellos. Entonces, al no haberlos considerado nunca como “propiedad privada”, “acumulación de riqueza” “ahorro” o “negocio”, tal un acopio de valiosas mercancías, sabía que su inexorable futuro no era otro que el de constituirse en bienes públicos con funciones de servicio social, o en actores de cambio para el progreso cultural no sólo mío sino de la comunidad en general.

A contracorriente de una idea común muy arraigada, siempre sostuve la tesis de que los libros, la cultura y las creaciones literarias y artísticas, en una sociedad justa, debían rebasar la categoría de producción individual con valores y fines comerciales. Son, y a ello me atengo ahora, bienes sociales que deben concernirnos a todos. Y al Estado, en tal caso, cabe la obligación de velar por la financiación de un status digno para los trabajadores de la cultura, creadores y artistas en sus múltiples campos sufragando, igualmente, todo lo material de sus obras, difundiéndolas y acercándolas, sin costo alguno, al gran público.

De tal suerte que, durante estos tantos años vividos, mientras enriquecía mi biblioteca, daba por un hecho que no me pertenecía.

Entendía que esos más de 5 mil libros que la conformaban, convirtiéndola en ese “mundo atrapado en un espejo” al decir de Sartre, era de por sí un enorme testimonio sin el cual la memoria del hombre estaría perdida, y un maravilloso compendio de letras e ilustraciones con que el destino y la perseverancia me habían favorecido para que, dada la hora, esta misma hora de hoy, hiciera lo que tenía que hacer: regresarla a sus verdaderos dueños, el pueblo, cuyos escasos recursos económicos los ha llevado a privarse durante tanto tiempo del sagrado derecho a disfrutar de los libros, en libertad y de manera gratuita.

Al asumir las gentes la calidad de depositarios y afortunados usuarios de esta biblioteca, con certeza sé que les llegó el momento de que el más expedito medio transmisor de la educación, la cultura, la información, la investigación y el esparcimiento, en adelante, ya no les será oneroso, ajeno, ni remoto.

La ciencia y la cultura universal, y la memoria histórica, están en camino a instalarse, para su comodidad y con justicia, a la vuelta de la esquina de las casas de estos hombres y mujeres, niños y ancianos que colman el sector más poblado de Ibagué.

Durante los últimos 15 años me esforcé porque alguno de sus sucesivos alcaldes tuviera la audacia, o al menos la cortesía, de recibirme en donación esta biblioteca. Pasaron los años sin que pasara nada, por lo que, en determinado momento, me vi precisado a enviarle encumbrados padrinos al menos a uno de ellos, para que, sin dilaciones, le diera vida y forma a mi propuesta. Increíblemente, el silencio continuaba enseñándome el rostro de la indolencia y el desinterés. Incluso otro “mejor alcalde”, recientemente, supongo que esquivas en él la sensibilidad y la inteligencia, casi consigue dar al traste con este proyecto al querer medir lo que aún me quedaba de terquedad y paciencia. Sólo ahora, el actual burgomaestre ibaguereño, Luis Hernando Rodríguez Ramírez, sabiendo de la trascendencia y utilidad que representaba el aceptar el ofrecimiento con la consecuente creación de un nuevo polo de crecimiento cultural en la ciudad, actuó en consecuencia.

Nacido en Armenia decidí, no obstante, hacer esta donación a Ibagué, porque fue ella, la Capital Musical de Colombia, la que me acogiera con magnanimidad y calidez desde mi más temprana edad, la que me brindara el privilegio de adelantar mi bachillerato en ese espléndido e histórico colegio de San Simón, y la que también me inspirara y animara en los inicios de mi vocación de escritor y periodista, amén del frenético rumbo de bibliómano incontinente que, gracias a ella, se me avivara desde entonces allí.

Así, pues, le devuelvo a Ibagué, con inmensa gratitud, una pequeña parte de lo que Ibagué me dio e hizo por mí.

Y en cuanto a la ubicación definida para esta biblioteca, escuchando las bien fundamentadas argumentaciones de mi viejo amigo Gonzalo Reyes y las de la dinámica Coordinadora del Centro Integral Comunitario, Diana Hoyos, advertí del enorme beneficio que podía prestarle a los más de 100 mil pobladores de los numerosos barrios de la Comuna 8, concluyendo finalmente que mi largo y acariciado sueño de hacer de todos lo que ciertamente no debía ser sólo mío, podría cristalizarse allí en una fascinante realidad.

En esta nueva Biblioteca Pública de la capital del Tolima reposarán en adelante los libros que durante toda una vida leí, conservé, amé, y me hicieron feliz.

Un nuevo paso en dirección al ascenso cultural, un aporte por pequeño que sea a su nivel educativo pero, esencialmente, la alegre paz espiritual de un anciano con uno de mis libros abierto entre sus manos, o la sonrisa de un niño de la Comuna 8 que simplemente los hojea sabiendo ahora que esos libros son suyos, le darán gratificante y fecundo sentido y razón de ser a este legado.

Y a mi existencia, por supuesto.


Finca Alekos, Subachoque
guribe3@gmail.com

sábado, 10 de marzo de 2012

Entre lo audaz y lo grotesco

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com
De entrada, el prejuicioso puede caer en la trampa pensando que quien tanto critica el “mal gobierno”, aunque con mayor reciedumbre al anterior, ahora entra en la danza de las zalemas celebrando logros de la administración Santos, por lo que, quizás, querrán cobrármela ajustándome el epíteto de “santista”. Pues no. “No me crean tan pendejo”, porque lo que es este aguacero de despropósitos suyos, esos sí imperdonables y con tendencia a adquirir características de “maldita Niña”, tales como que en el nombre de los colombianos “le pido perdón a Belisario”, y por añadidura, que nos perdonen los militares -al pueblo y a las víctimas- por la sangrienta y criminal retoma del Palacio de Justicia, aquella en la que se esculpió para la Historia la muy “patriótica” frase de “Aquí salvando la democracia, maestro”, sólo podrían despertar la aprobación de una extrema derecha como la que representan Uribe y su equipo SWAT de obcecados perseguidores de “opositores terroristas”.

He ahí lo grotesco.

Sin embargo, en aras de la objetividad, vamos al grano. En un país como el nuestro, en donde un altísimo porcentaje de las noticias que inciden directamente en la inmensa mayoría de la población son malas -las buenas, como el crecimiento económico, lo son para el 6 por ciento-, para poder seguir viviendo en la fantasía de ser los más felices del mundo, se hace menester indagar por los pocos anuncios positivos, aferrándonos a ellos para no perder, ni la esperanza de vivir días mejores, ni la costumbre al goce y la dicha cotidiana que nos achacan.

Dos hechos, entonces, muy concretos ellos, ocupan ostensiblemente este lado bueno del discurrir noticioso. Ambos, por fortuna, nos abren las puertas del optimismo y nos conducen al reconocimiento y el aplauso obligado. De una parte, la educación gratuita en los colegios públicos y, de otra, la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.

He aquí lo audaz.

Referente a la primera, siempre habíamos imaginado que tamaña afirmación de la justicia, de la observancia de la Constitución y del acatamiento del derecho de la gente a una educación gratuita y de calidad, era simplemente una utopía, pero que de llegar a alcanzarse algún día, sería inevitablemente bajo un Estado Socialista. Pero no, vaya, sorpresa. ¿Quién iba a sospechar que asistiríamos en vida a la gratuidad educativa de la juventud colombiana desde los grados cero a once? Personalmente, a tal avance le había decretado ya la “extinción de dominio” en el universo de mis sueños.

Tanto la Corte Constitucional, como el Gobierno actual, hicieron el milagro y han echado a andar esta formidable iniciativa que beneficiará a cerca de 9 millones de chiquillos y adolescentes de todos los colegios públicos quienes, a partir de este año, tienen acceso a sus matrículas, textos, pensiones y diversos útiles escolares de manera totalmente gratuita. Para su financiamiento, se ha dispuesto un poco más de medio billón de pesos, suficientes según estudios serios para cubrir el ambicioso programa. Así, pues, la población de escasos recursos podrá asistir a sus planteles educativos ¡sin aportar un solo peso! Y pese a que algunos avivatos, diestros trasgresores de cualquier norma de la que le puedan sacar provecho vienen haciendo su agosto con cobros tales como “aportes voluntarios”, bonos, inscripciones a tal o cual actividad recreativa -lo que ya se ha comenzado a corregir con severidad-, el revolucionario sistema de educación gratuita es ya una realidad en nuestro país.

Ahora bien, la otra noticia, que aunque también obedece a la obligatoriedad gubernamental de aplicar la Constitución y velar por el cumplimiento de una justicia social eficaz, no deja por ello de ser francamente revolucionaria. Se trata de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Cuánto “caramelo” y qué forma de menospreciar, desnaturalizar o denigrar la que se vio durante el nefasto régimen uribista del sagrado derecho de aquellos cientos de miles de compatriotas que, desamparados, venían clamando por la garantía a sus derechos y el respeto y amparo de sus vidas y bienes en medio de asesinatos, persecuciones y desplazamientos atroces.

Puesta en marcha por el gobierno Santos y liderada con devoción y tesón por el ministro Juan Camilo Restrepo, ya viene dando unos resultados que hacen vislumbrar lo que podría llegar a ser la mejor aproximación al inicio de una urgida reforma agraria, sin la cual el país jamás podrá encausarse por las vías del desarrollo pleno y de una cumplida igualdad social.

La Ley 1448 de junio10 de 2011 afectará sensiblemente, por sí misma, la geopolítica colombiana, allanará el camino para el apaciguamiento del conflicto social, reactivará el campo y, de contera, producirá un fuerte y valioso impacto sobre la sicología de la población rural.

Y un punto clave de las bondades e innovaciones de esta osada “empresa” es el concerniente a la inversión de la carga de la prueba. A la injusticia que pesaba sobre los hombros de las víctimas reclamantes en cuanto a la carga de la prueba, se la pone ahora patas arriba lográndose la equidad con la nueva modalidad que obliga al Estado, no sólo a aceptar la presunción de un eventual despojo, sino a ayudar a conseguirla y allegarla a los procesos.

Todo parece indicar que ya no habrá reversa en la ejecución de la Ley y la restitución de tierras a los campesinos despojados. Naturalmente que a su aplicación le espera un camino escabroso. Sus enemigos embisten. Enrique Santos Calderón los enumeró bien: “gamonales, latifundistas, narcos, paras, políticos corruptos, godos feudales, empresarios salvajes y el uribismo más recalcitrante.”


Finalmente, vuelvo a lo mío. Por antonomasia, se le asigna al columnista el implacable papel de crítico, destructor y negativo. El obsequioso se sume en la bruma de la mediocridad. Eso dicen. Pues ni crítico de oficio, ni adulador de ocasión, con este reconocimiento simplemente honro la verdad.