miércoles, 29 de diciembre de 2010

Prohibido protegerse

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

Prohibir el porte de armas a todos los civiles como lo vienen sugiriendo algunas autoridades, de hecho sería una iniciativa admirable si ella se diera en un país cuya fuerza pública garantizara a plenitud la seguridad de su población. Hacerlo en un escenario violento y en guerra como Colombia, en donde la inseguridad campea, es simplemente jugar a los enunciados teatrales y solemnes, a las iniciativas "efectistas", o a librar a la suerte y el azar, como en una ruleta, a la gente de bien.


Y es que tan maravilloso como irracional puede sonar aquel trillado discurso de "prohibiendo el porte de armas acabaremos con la violencia y conseguiremos la paz". No, señores. Esas no son más que frases distractoras y facilistas. Aunque pensándolo bien, podrían llegar a ser ciertas si se diera el caso de que la quimérica fórmula aplicara y se cumpliera por parte de todos los colombianos incluidos los paramilitares, la delincuencia común, la guerrilla y algunos miembros de las Fuerza Pública -algunos, repito- que sabemos que las usan no para defendernos de quienes sí tienen el "privilegio" de llevarlas y usarlas, sino para ejecutar falsos positivos, desapariciones forzadas o siniestros retenes.

Así, pues, tan exótico como inaudito puede ser el argumento: si los civiles son desarmados habrá paz, por cuanto el uso de las armas seguirá siendo detentado "únicamente" por las fuerzas militares, la policía, los servicios de seguridad del Estado, los paramilitares, los delincuentes y la guerrilla.

Y es que, si el Estado no puede protegernos permanentemente, ¿cómo puede entenderse esa especie de sentencia de muerte que nos dicta cuando les ordena a los ciudadanos despojarse del porte y uso de las armas incluso en casos en que nuestra vida pueda estar en peligro?

Ahí sí cabe aquello que decía un español frente a la posibilidad de ir a parar a la cárcel por dar de baja al delincuente que intentó acuchillarlo: "Es mejor un mal juicio que un muy lindo funeral".

En medio del debate mundial que este tema provoca, encontré como parte de un alegato esta cita de un sermón religioso del siglo XVII que invoca la ley divina para justificar el derecho y el deber que tienen los hombres a protegerse: “El que permita que su vida sufra o se pierda en manos de uno que no tiene autoridad para ello, cuando tal vez pueda preservarla a través de su autodefensa, incurre en la culpabilidad de suicidio porque Dios le ha obligado a buscar la continuidad de su vida, y la Naturaleza enseña la necesidad de defenderse a cada criatura”.

Ahora bien, si este argumento no convence, entonces veamos el materialista: el instinto humano nos conduce a preservar la vida, por lo que, dejarnos matar en aras del cumplimiento de una normatividad gubernamental que al conminarnos a dejar las armas nos expone a perecer en manos de quien ilegalmente las tiene, va en contravía de nuestra propia naturaleza. ¿Se quiere que nos inmolemos antes que desacatar una medida funesta y majadera del Estado que como no puede desarmar a los violentos, para justificar su papel de máximo regulador de la sociedad ordena que los no violentos no porten armas llevándolos a defender su vida como puedan y, en todo caso, con "paciencia" y sin violencia? ¿Qué su autoprotección sean la elocuencia y la retórica frente al criminal?

Desarmar al ciudadano corriente como pretexto para que en la sociedad impere la paz, sin tener en cuenta que el bando de los malhechores blande constantemente sus armas, no sólo es utópico sino estúpido.

Las armas en manos del hombre correcto no son portadas por éste con la intención de ver a quién mata por ahí, son esencialmente instrumentos muy valiosos de disuasión que pueden salvarle su vida.

El 99% de las muertes violentas son cometidas por individuos que no portan un salvoconducto. La criminalidad, los narcos, el paramilitarismo o la insurgencia no necesitan de licencias. No obstante esto, a las personas inermes se les exigen, y pronto se les negarán, avivándoles una ventaja a los asesinos, a los violadores, a los ladrones dotados de ellas y al resto de malandrines que a toda hora acechan a los individuos desprevenidos y desarmados.

Y es que el simplismo es patético: como el control de las armas sólo podemos ejercerlo sobre las legalmente amparadas, hagamos algo, ¡controlémoslas!

¿Por qué a usted que puede protegerse del violento en casos extremos lo están obligando a que recurra a otro (el policía) para que, en el momento en que éste pueda se ocupe de su vida? ¿Y si llega tarde? No importa, usted murió como un ciudadano ejemplar, ¡totalmente indefenso pero cumpliendo la ley!

Por último, habría que decir que mientras la Corte Suprema de los Estados Unidos interpretando la Segunda Enmienda de su Constitución ordena que "se prohíbe prohibir" en cualquier Estado el porte de armas para la defensa personal, aquí parece que se busca interpretar nuestra Constitución no para salvaguardar nuestras vidas, sino para preservar el derecho de los delincuentes a disponer armados de la vida de los demás.


http://www.semana.com/noticias-opinion/prohibido-protegerse/149580.aspx

domingo, 28 de noviembre de 2010

La burradas de Bush, el torturador

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

¿A usted no se le hace raro que ese man esté como calladito? ¿Y perdido? Me dijo el mesero mientras deslizaba una taza de café sobre la mesa al tiempo que posaba su mirada sobre una foto de George Walker Bush que aparecía en un artículo de revista que me encontraba leyendo. Y, sí, pensé. Pero en todo caso, no debe ser casual su silencio. Es un silencio inevitablemente derivado de la expectativa causada por el desarrollo de la administración del Presidente Obama, pero también, por algún tipo de cautela que él mismo se debe haber impuesto luego de que cada acto político o administrativo suyo fue casi un estremecedor recordatorio de las desastrosas gestiones gubernamentales de su antecesor. Y es que la gestión presidencial de Bush aparece cada día con mayor claridad como lo que pudo haber sido lo más próximo a lo que el expresidente Uribe -su aliado y "socio" incondicional que llegó incluso, arrodillado ante el amo, a meternos en una guerra que se daba por allá en un país asiático llamado Irak- dio en llamar "hecatombe", o sea, lo que puede ocurrir si prescinden de mí, pero lo que le iba a ocurrir a los Estados Unidos si no prescindía de aquel.

Cada día descubrimos más y más yerros suyos. Escogió a tenebrosos personajes como sus colaboradores cercanos; en la economía, la seguridad social, el empleo, la vivienda, la reforma migratoria y la industria, en particular la automotriz, no dio pie con bola. Y en cuanto a los sectores bancarios y financieros, y al mismo Wall Street, su falta de ojo avizor pudo haber acelerado el revés económico mundial reciente que todos conocemos. Y qué decir de su desastrosa política exterior con su intervencionismo militar y su unilateralismo fabricándose guerras -Irak y Afganistán, en tanto que acariciaba Pakistán-, y birlando a la ONU, mientras muy campante rechazaba el Protocolo de Kioto mostrando su desdén, incluso, por el calentamiento global. Errores, como los llama Salman Rushdie, que han llevado a Washington a perder toda credibilidad y a los Estados Unidos como nación emblema del sistema democrático y las libertades individuales y políticas, a ver minado su prestigio.

Razón tenía el Presidente Obama al posesionarse en pensar que la más abrumadora de sus tareas sería la de recuperar el respeto para su país.

También habría que sumársele lo inevitable a las causas del silencio en el que se ha mantenido enconchado hasta ahora, cuando accede a la publicación de sus tontas e incriminatorias Memorias*: un juicio. Y no ya el histórico cuyo discurrir ya ha echado a andar, sino el juzgamiento penal al que lo conducen todos los caminos de la justicia universal. Y es que con la desfachatez y la estupidez que le conocemos, reconoce en estas Memorias que apoyó y alentó la violación de Derechos Humanos aprobando la tortura de prisioneros como herramienta "legal".

El escritor y cronista de "The New Yorker", Jon Lee Anderson, avergonzado y herido como cualquier norteamericano que se respete y respete a los demás, decía no hace mucho: "Sin duda alguna, Bush ha sido el peor presidente en mi vida y posiblemente de la historia de los EE.UU., y será recordado como tal. Si hubiera justicia, él debería ser llevado a juicio por deshonrar a la patria. Merece aunque sea una amonestación histórica por parte del Congreso, como una especie de "impeachment" simbólico, y la privación de ciertas prebendas y favores. Su ex vicepresidente, Dick Cheney, debería ser sentenciado a cárcel por su abierto y vergonzoso activismo a favor de la tortura, y probablemente por otras ofensas adicionales. Donald Rumsfeld también, por su negligencia criminal como Secretario de Defensa, actitud que condenó a muchos soldados norteamericanos a la muerte e invalidez innecesaria, además de miles de soldados aliados iraquíes y afganos; ni hablar de las decenas de miles de civiles de ambos países muertos por las mismas razones."

También se ha pronunciado sobre su eventual juzgamiento por los crímenes perpetrados desde la invasión de Irak, el Fiscal General del Tribunal Penal Internacional, el argentino Luis Moreno Ocampo, animando a los árabes a adherirse con su rúbrica a la autoridad del Tribunal para poder presentar la denuncia correspondiente. Y es que hasta la farándula gringa se vio afectada. El multimillonario Donald Trump, dueño de Miss Universo, aseguró recientemente que en su opinión fue hasta ahora el peor presidente que hayan tenido los Estados Unidos. Y el cantante irlandés Bono, no dudó en repetir: "El peor presidente de la historia. Malo con ganas. Tal vez el gestor responsable de la peor política económica de la historia de EE UU."

¿Con la figura del nefasto expresidente Uribe, habremos los colombianos consentido -en ambos sentidos de la palabra- durante 8 años a un clon de Bush?

Cómo evitar aquí, y para terminar, la transcripción de lo que en la Página de Internet de la Universidad Nacional de Colombia denominada "Ingeniería Crítica", el Dirigente Social, Jhon Jairo Salinas llama "Las perlas… de Bush", que yo más bien llamaría las burradas, recogidas de su libro reciente "Decision Points".

Veamos:
«Si no hacemos la guerra, corremos el riesgo de fracasar»
«No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino la impureza del aire y del agua»
«Debería preguntarle al que me hizo la pregunta. No tuve oportunidad de preguntarle al que me hizo la pregunta. ¿De qué pregunta se trata?»
«Pienso que si usted sabe lo que cree, será mucho más fácil responder a su pregunta. No puedo responder a su pregunta»
«Es importante entender que hay más intercambios comerciales que comercio»
«Nosotros vamos a tener el pueblo americano mejor ilustrado del mundo»
«Francamente, los enseñantes son la única profesión que enseña a nuestros niños»
«Quiero que se diga que la Administración Bush está orientada al resultado, porque creo en el resultado de focalizar la propia atención y energía en la educación de los niños en la lectura, porque tenemos un sistema educativo atento a los niños y a sus padres, más que mirar a un sistema que rechaza el cambio y que hará de América lo que queremos que sea, un país de gente que sabe leer y que sabe esperar»
«Para la NASA, el espacio aún es alta prioridad»
«Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar»
«Nosotros tenemos un firme compromiso con la OTAN. Nosotros formamos parte de la OTAN. Nosotros tenemos un firme compromiso con Europa. Nosotros formamos parte de Europa»
«El Holocausto fue un período obsceno en la Historia de nuestra nación. Quiero decir, en la Historia de este Siglo. Pero todos vivimos en este siglo. Yo no viví en ese siglo»
«Yo mantengo todas las declaraciones equivocadas que hice»
«El pueblo americano no quiere saber de ninguna declaración equivocada que George Bush pueda hacer o no»
«Todos somos capaces de errar pero yo no estoy preocupado en esclarecer los errores que puedo haber cometido o no»

lunes, 1 de noviembre de 2010

Pasión a la colombiana

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com


Un solo caso entre decenas, cientos, acaso miles. Una minúscula y al mismo tiempo descomunal muestra de la "Colombia es Pasión" que campeó en nuestra patria durante estos últimos años. "Esta es Colombia, Pablo", le dijo el querido Camacho Ramírez a Neruda. Ahora, permítanme decirlo a mi manera. Esta es Colombia, señores, no toda, claro, pero sí una buena parte de ella. La de las masacres, las motosierras y los descuartizamientos, la de las fosas comunes, los hornos crematorios, las violaciones a frágiles mujeres campesinas, los falsos positivos y las desapariciones forzadas, las chuzadas y los seguimientos y las calumniosas denuncias, en fin, la de los siniestros desplazamientos, los despojos de tierras y destrucción de hogares y la del "no futuro" mientras no aparezca algo que indique que transitaremos muy pronto por el camino contrario. La Colombia nuestra, inocultable para un mundo que aún no reacciona pero que deberá hacerlo pronto desde la Corte Penal Internacional, y la patria tantas veces encubierta por los siniestros usufructuarios de los intereses económicos y políticos, esos que, no obstante, todavía cohabitan tranquilamente con nosotros aquí mismo. La Colombia "pasión" que no podrá pasar de agache frente al juicio inflexible de la Historia. La Colombia que confiamos en que algún día agote su violencia y le abra las puertas para siempre a una exuberante paz en primavera.

Veamos, de la siguiente manera, un ejemplo de esta tan publicitada "Colombia es Pasión" interpretada como debería interpretarse cuando la vemos frente a nuestros ojos casi a diario desbordarse en escenas macabras de estremecedora criminalidad:

"Pasión a la colombiana"

A las 4.30 de la madrugada de aquel fatídico 7 de noviembre, por más señas un domingo, parten de a 35 en cada uno de los dos camiones dispuestos para una "trabajito" que, antes que sigiloso, era de una visibilidad desafiante. Inicialmente, como en el poema de Nicolás Guillén, "iban de traje civil". Así debilitaban las sospechas de cualquier curioso. Y, más adelantico, lo recuerda bien el delator arrepentido: corran a ajustarse el camuflado… ah, y las dos camisetas debajo… y estas botas y no olviden los brazaletes que los distinguen como de las gloriosas Autodefensas Unidas Colombia. Métanselo en la cabeza: somos el ejército "libertador" que está decidido a "refundar la Patria".

Cada uno lleva 500 balas y 5 proveedores. Y entre todos, uno con otro, se echan al hombro suficientes fusiles AK 47 y 45, los famosos FAL franceses (Fusil Automatique Léger), los Galil, los lanzagranadas Truflay de 40 m.m. y, por qué no creerles, por ahí dicen que una ametralladora M-60.Tenemos excelentes financiadores, les explica uno de sus jefes.

Se detienen en cada sitio en donde afloren más de cuatro casas. Hacen de las suyas allí y continúan su marcha tremebunda. Todos los semovientes, o mejor, todo aquello que se mueva y respire, les pertenece. Toman esto y desprecian aquello. A los lugares objeto de su incursión llegan a media mañana. A las 9:30 para ser exactos. Su misión es concreta. Saben que la consigna es matar. Y rematar. Y a esa hora, la adrenalina se dispara frente a la inminencia de la frenética "faena". Ya ni se acuerdan de la víspera cuando el Comandante había levantado su brazo y, solemne, en medio del asado que les ofrecía como una gratificación anticipada a los héroes de ese sangriento día siguiente que esperaba por ellos, les extendió la bendición. ¡Sus 70 muchachos! Sus verriondos "combatientes" cuya "noble" operación consiste en asesinar a los 21 campesinos previamente seleccionados. ¿Ubicación? Hay que ser precisos y no ir de repente a calumniar: Inspección de El Placer y Vereda La Dorada del departamento del Putumayo. De antemano, y para que todo salga a pedir de boca, "tapando salidas e incomunicando la zona", grita el Comandante. Los "valerosos combatientes" se asegurarán de no ir de pronto a dejar escapar a alguno de los infelices campesinos condenados sin misericordia por los carniceros de ese paramilitarismo tantas veces consentido por diversos sectores nacionales.

Uno de aquellos 70 "héroes refundadores de la patria" responde al nombre de Carlos Mario Ospina Bedoya, el mismo arrepentido delator que nos sirviera de inspiración para esta columna y que le narrara a la fiscalía años después de aquella fecha cómo, cuando llegaron a cumplir con su "sagrado deber" de masacrar sencillos labriegos, era tal su obsesión criminal, que para justificarse, los imaginaban a todos enfundados en trajes de fatiga guerrillera. Por el camino se habían cruzado con dos retenes del ejército que haciéndose los de la vista gorda ni siquiera los detuvieron para averiguar quiénes eran, pero eso sí, atinaron a decirles: "¡Buenos días señores!". Uno de los retenes correspondía a una Base Militar ubicada en Santana, y el otro, en el Yarumo, muy cerca de Orito (Fuente: El Espectador). Ya sus comandantes les habían prevenido por si se topaban militares en la zona: "tranquilos muchachos que eso ya está arreglado", y también, que no había que preocuparse porque algunos alcaldes y otras autoridades ya sabían de la "vuelta",

También cargan para "la vuelta" alguna que otra pistola Pietro Beretta, según relata Ospina Bedoya, y aunque les proveyeron de víveres para varios días, el panorama se abría a su caprichos y les ofrecía lo que quisiesen tomar desde gallinas, vacas, niños y mujeres, hasta el surtido completo de las numerosas tiendas de camino.

Ya controlados los lugares elegidos para las masacres, lo de siempre. Un ritual de espanto entre el pánico, los gritos y el dolor: la cuidadosa selección de las víctimas en la plaza principal, los tiros al aire como de meros machos, las órdenes perentorias de "todo el mundo al piso", las sentencias de muerte bien claritas y las consignas del terror todas ellas por cuenta de los aerosoles sobre las humildes paredes.

Esta sí es la Colombia apasionada, señores, aunque habrá quienes, llevados por esa misma "pasión" -cómplices, supongo-, de la misma manera que en otras latitudes una y otra vez han querido negar el holocausto en la segunda Guerra Mundial, negarán esta estremecedora verdad de nuestra inequívoca "Pasión a la colombiana".

domingo, 12 de septiembre de 2010

Los desplazados en Colombia: Sin tierras ni leyes

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

"Los Condenados de la Tierra" llamó Franz Fanon al libro suyo que Sartre con su prólogo convirtiera en un Bestseller mundial y que terminó transformándose en una especie de Biblia anticolonialista del siglo XX. Pues bien, ¿qué hubiera escrito y cómo hubiera llamado Fanon un nuevo libro suyo si hubiese vivido en Colombia y sabido de los 4,9 millones de campesinos desplazados (cifra Codhes para los últimos 25 años) y "desplumados" sin misericordia, y ya no solamente "condenados de la tierra" sino "condenados por la tierra" a manos de un paramilitarismo que se ensañó en nuestra patria con la macabra intención de refundarla para atender los intereses de una derecha política más recalcitrante que cualquiera otra del continente latinoamericano?

Y "Ladrones de tierras" los llamó Javier Darío Restrepo en un turbador artículo suyo aparecido recientemente en El Colombiano de Medellín, mientras pocos días atrás el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, al anunciar la radicación en el Congreso de un proyecto de Ley de Tierras que busca la restitución a los campesinos de las posesiones que les fueron arrebatadas por los paramilitares y dadas por ellos a buen recuerdo para su usufructo posterior a terceras personas, enfatizaba en la necesidad de enfilar baterías muy específicamente contra el testaferrato, ciertamente la segunda y actual etapa de aquel brutal proceso de desplazamiento forzado. Y es que, como yo ya lo había afirmado en columna anterior aquí mismo en Semana, ninguna injusticia más repulsiva ha podido sufrir esta Colombia indescifrable que la que ha hecho de los campesinos a través del despojo de sus tierras y la aniquilación de sus hogares, damnificados inermes y sin redención a la vista de la iracundia y la ambición de sectores ultraderechistas de nuestro país.

En el debate convocado por el representante a la Cámara Iván Cepeda y que sirviera para el inicial anuncio gubernamental de un nuevo proyecto de ley que bien podría ser complementario a la ley de reparación de Víctimas, se hicieron graves y muy meticulosas denuncias, una de las cuales tiene que ver con la escandalosa revelación de que de las más de 5 millones de hectáreas usurpadas a sangre, fuego, sudor y lágrimas a los desamparados campesinos, los paramilitares desmovilizados apenas han devuelto 6 mil 600. Igualmente, se habló del censurable y "ridículo" papel del INCODER en todo esto -17 mil hectáreas restituidas y 43 mil compradas- y de sus “adjudicaciones espurias”, de la creación de una jurisdicción especial para la extinción del dominio de bienes y también de la audaz propuesta de “invertir la prueba de la carga” en el interés de demostrar la propiedad real de los predios, según el ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, significando con ello que no serán las víctimas las obligadas a aportar las pruebas de la propiedad, sino el Estado quien se ocupará de encontrarlas y darles efecto.

En todo caso, el proyecto de ley sugerido por el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural que busca la restitución de las tierras, fue finalmente presentado en la Cámara de Representantes el martes 7 de septiembre con destacadas novedades tales como los 4 meses para resolver los reclamos, la creación de Salas Agrarias en los Tribunales Superiores, las penas de hasta 12 años para los testaferros, la instauración por 10 años de una Unidad Administrativa Especial de Gestión de Tierras Despojadas y la solución justa a la cadena de propietarios que obraron de buena fe.

Pero volviendo a la columna de Javier Darío Restrepo, hay que decir que son contundentes sus imputaciones como cuando hablando de las 22.700 hectáreas de Carimagua reservadas a los desplazados, denuncia al ministro "aquel" que "quiso robarles para entregarlas a los ricos empresarios del campo, bajo la convicción de que los empresarios grandes son los que producen y los pequeños nacieron para peones".

¿Cómo no señalar y denunciar también a quienes apoyaron y acompañaron la tragedia del desplazamiento de millones de compatriotas "expropiados" de sus 5.5 millones de hectáreas en una operación gigantesca, sistemática, orquestada por algunas autoridades y sin antecedentes en la historia de Colombia y de Latinoamericana? No hay que olvidar en este punto cómo el expresidente Uribe al acabar con el INCORA, creó el INCODER, sin asignarle dentro de su competencia ninguna función en dirección a velar por los intereses de los millones de desplazados. Fue este el más claro, infame y alarmante mensaje de la "invisibilización del drama del desplazado".

Razón de sobra tiene Pedro Medellín cuando reconociendo la intención de este gobierno en contraposición al anterior de Uribe Vélez, afirma que "en un país que en los últimos ocho años destinó sus esfuerzos institucionales y millones de dólares a la reinserción laboral y social de los victimarios, y no a la reparación de las víctimas, ya es hora de reconocer esta condición."

Pero, en fin, aplaudiendo la intención de restitución de al menos dos millones de hectáreas por parte del gobierno Santos a las familias que, sin tierras ni leyes que les hagan justicia, aún permanecen en medio del dolor y la desesperanza, la pregunta clave sigue siendo: ¿Por qué hasta ahora no se han cumplido las explícitas sentencias de la Corte Constitucional en lo relacionado con los cientos de miles de desplazados en Colombia?

martes, 24 de agosto de 2010

Final del régimen uribista

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

Si Silvio Berlusconi llegara a llamarme "héroe", como llamó recientemente al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, francamente sentiría que ese hombre, neofascista y disoluto, lo que quiso hacer fue perjudicarme. ¡Vaya, vaya! si hay "elogios" peligrosos, como peligroso, y más, puede ser aquel que los recoge con orgullo. Y eso fue lo que aconteció no hace mucho con Uribe. A más de tanta condecoración, premios y elogios de origen todos ellos de extrema derecha o afectos al paramilitarismo, sólo le faltaba este calificativo de "héroe" que Berlusconi le asigna para despedirlo con todos los "honores" de sus ocho desastrosos años de gobierno.


Pero vayamos al grano. Le llegó, por fin, con el cambio de gobierno este 7 de agosto, la hora última a la era del "atajo" -la del todo se puede, no importa la vía-, a la que nuestros nietos y bisnietos, ya decantada por la Historia, seguramente identificarán como aquella "larga y tenebrosa noche" en la que en Colombia, entre los años 2002 y 2010, hubo más muertos y sangre derramada, más corrupción, más miedo, menor inversión social, mayor enriquecimiento de los ricos y más aislamiento internacional que quizá en cualquier otra época de la vida nacional.

Le llegó la hora final y el momento de los responsos a la época en que disentir del gobierno convertía al discrepante de manera automática o tras juicio expedito emanado del uribismo gobernante o de la voz arrogante del mismo Uribe, en sedicioso, conspirador, bandido, narcoterrorista y enemigo de la Patria. No enemigo de Uribe o de su gobierno. No. Traidor a la Patria, porque la Patria era Uribe. Y si las críticas venían literal y exclusivamente hacia él de parte de los presidentes de Bolivia, Venezuela, Nicaragua o Ecuador, esas críticas en su contra, él y su áulicos las convertían de inmediato en viles ataques "al pueblo colombiano". Porque Uribe también era el pueblo. Él era la Colombia total: una nación, un Estado, un pueblo, un destino...

Le llegó, en fin, la hora postrera y la de los Santos Óleos, amén de la de darle "democrática" sepultara, al "todo se vale" de la "Seguridad Democrática", la "Confianza Inversionista" y la "cohesión social", tres enunciados cuya aplicación uribista podría resumirse en:

Seguridad democrática.

Una guerra sin cuartel a las FARC-EP con sentido y génesis de pura venganza personal y un cierto tufillo de atención exclusiva, como se hace, digamos, con un "servicio al cuarto" en un hotel, a la oligarquía terrateniente y en detrimento de la seguridad ciudadana en pueblos y ciudades abandonados a la delincuencia común. Guerra con ingredientes como este: alguien que había dictado a los paramilitares (los mismos de los descuartizamientos, los desplazamientos, las motosierras y las fosas comunes), una "Cátedra" denominada "Por qué es lícito matar comunistas" fue, por decisión suya, nombrado subdirector del organismo de Inteligencia y Seguridad del Estado que, dependiente de la Presidencia de la República, sólo recibe órdenes directas del Jefe de Estado.

Confianza Inversionista.

Ya no concebida como la apertura económica neo-liberal tipo César Gaviria Trujillo sino, de frente y sin vergüenza, como la entrega de nuestra soberanía y nuestras riquezas al capital extranjero. Vengan señores y pidan lo que quieran que lo que quieran se os dará. Cómo no recordar aquel encuentro suyo con Carlos Slim -el pulpo insaciable del capitalismo posmoderno-, cuando le ofreció para que, a un módico precio, se embolsillase a Telecom, una gigantesca empresa de telecomunicaciones patrimonio de todos los colombianos. Por fortuna el Contralor General de la República de entonces lo impidió. Y según las crónicas sociales, aquel "presente" presidencial se producía mientras se servía el postre en una babilónica cena en la Casa de Nariño y un avión jet privado esperaba con los motores encendidos al destacado protagonista de "Forbes" que tan sólo vino por una pocas horas a expresarle su apoyo a la política de la "Confianza inversionista".

Qué decir ahora de la famosa reforma laboral cuando, para beneficiar aún más, y más, y más a la clase empresarial que siempre se regodeó de haberlo puesto y sostenido en el poder, le quito a los trabajadores las horas extras y los recargos nocturnos y dominicales con la engañifa de que se ampliaría la base laboral creándose miles de empleos nuevos que los beneficiarían. Ni un solo empleo nuevo significativo deja, pero en cambio logró generar un deterioro en la calidad de vida de los trabajadores y sus familias como no se había visto antes. Y ni qué hablar de las decenas y decenas de sindicalistas asesinados durante su mandato.

A la Cohesión Social, por fortuna, también le llegó su fin. Parece un chiste en boca de un tecnócrata, pero en boca suya, "Cohesión Social" es ni más ni menos que el hasta ahora no cuantificado drama que vivió el pueblo, y particularmente el campesinado de Colombia, durante sus ocho años de gobierno. La plata que se requería para ello la repartió entre los militares para que liquidaran a las FARC y entre los ricos para que supieran de la esplendidez de su gratitud y lealtad.

Al trote, este es el Uribe que se va y este nuestro maltrecho país que deja. Más que "descuadernado", como solía llamarlo un ex presidente colombiano, casi moralmente insolvente y casi socialmente inviable.

Como la Corte Penal Internacional aparentemente se encuentra ahora volviendo su mirada sobre Colombia, que Dios igualmente torne la suya sobre esta patria maltratada protegiéndonos de la posibilidad, a partir del 7 de agosto, del mismo Uribe pero en cuerpo ajeno.

http://www.semana.com/noticias-opinion/final-del-regimen-uribista/143466.aspx

miércoles, 18 de agosto de 2010

Chomsky pasó por aquí...

Por Germán Uribe


Ni la ignorancia de su existencia, ni el desconocimiento de su itinerario influyeron para que en Colombia casi nadie supiera de la honrosa visita que nos hizo. En este Macondo, para que no se supiera de la llegada del quizás más grande pensador vivo del planeta, lo determinante fue la aprensión de algunos por el tono de sus palabras y el eco de su pensamiento.

Si no hubiera sido por la revista 'Semana', que el pasado 21 de julio publicó una entrevista con el lingüista y filósofo norteamericano, nadie se hubiera enterado de su presencia en nuestro país. Claro que se dejaba de registrar a Chomsky, el activista político, porque si el visitante hubiera sido un figurón, agitador de las teorías económicas neoliberales -¿Nobel, tal vez?-, la visita al Presidente de la República no se hubiera hecho esperar y, de pronto, una condecoración tampoco.

Pero veamos quién estuvo y de quién no se habló. Avram Noam Chomsky nació en Estados Unidos (Filadelfia) el 7 de diciembre de 1928. Es reconocido universalmente como una de las figuras cimeras de la lingüística del siglo XX. Como quiera que su posición política se expresa en agudas críticas a la sociedad capitalista en un mundo de cambios vertiginosos, no es fácil definirlo.

¿Del lado socialista? Sí, pero con su "pero". Entonces, atengámonos a su autodefinición: un anarcosindicalista con fundamentos socialistas libertarios. Es, en todo caso, un pensador moderno que se opone con rudeza al empirismo filosófico y científico "y al funcionalismo, en favor del racionalismo cartesiano". Ya 'The New York Times' lo llamó "el más importante de los pensadores contemporáneos" y, a más de ser una de las figuras intelectuales de notable resonancia en Europa, es por excelencia referido como el símbolo de la izquierda estadounidense. Dada nuestra estrecha mentalidad y nuestro artificial eclecticismo, fue, con toda seguridad, esta hoja de vida suya la que se tuvo en cuenta para silenciar una visita de tal magnitud. El aluvión mediático que en tantos casos no deja pasar una idiotez sin ubicarla a su antojo en las listas de preferencias sociales e informativas no vio en la presencia de Noam Chomsky algo que valiera la pena. Y, sin embargo, 'Semana' no dudó en lucirlo como "el ser humano vivo cuyas obras son las más leídas después de la Biblia".

Pero no hay mal que por bien no venga. Baste saber que este hombre de 81 años, a quien Francia, Turquía, Rusia, India o China hubieran recibido con alborozo y grandes despliegues mediáticos, pasó por Colombia sin invitación a la Casa de Nariño, ni condecoración del alcalde Moreno, ni visita a la Quinta de Bolívar en compañía de la Ministra de Cultura. ¡Ah! Ni fue entrevistado por Yamid Amat o María Isabel Rueda.

Para cuidar que su paso por esta Colombia sorprendente no se quede maliciosamente inédito, he aquí algunas de las atinadas reflexiones que le hizo a Luis Ángel Murcia en el reportaje mencionado:

¿Obama y su Nobel?

"Es muy similar a George Bush. Hizo más de lo que esperábamos en cuanto al expansionismo militar... El Nobel de Paz es un chiste".

¿Colombia?

"Parte de Colombia fue robada por Teodoro Roosevelt con el canal de Panamá. Desde 1990 este país ha sido el mayor recipiente de ayuda militar estadounidense y desde esa misma fecha tiene los mayores récords en violación de derechos humanos en el hemisferio. Antes, el récord lo tenía El Salvador, que curiosamente también recibía ayuda militar. Colombia es el único país latinoamericano que apoyó el golpe en Honduras. Invadió a Ecuador..."

¿Guerra preventiva?

"No existe ese concepto, es simplemente una forma de agresión. La guerra en Irak fue tan agresiva y terrible que se asemeja a lo que hicieron los nazis. Si aplicáramos esa misma regla, Bush, Blair y Aznar estarían colgados, pero la fuerza se aplica a los más débiles".

¿Irán?

"Hoy existe una gran fuerza naval y aérea que amenaza a Irán y sólo Europa y EE. UU. piensan que eso está bien. El resto del mundo cree que Irán tiene derecho a enriquecer uranio. En Medio Oriente tres países (Israel, Pakistán, India) desarrollaron armas nucleares con la asistencia de EE. UU. y no han firmado ningún tratado".

¿Terrorismo?

"Estados Unidos es el mayor terrorista del mundo. No se puede pensar en algún país que haya causado más daño que él. Para EE. UU., terrorismo es lo que usted nos hace a nosotros y no lo que nosotros le hacemos a usted".

¿América Latina?

"Nixon dijo: Si no podemos controlar a América Latina, ¿cómo podremos controlar al mundo?".

Pensándolo bien, razones de peso sí tuvieron algunos medios para hacerse los desentendidos.

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/chomsky-en-colombia_7869373-1

lunes, 5 de julio de 2010

Llamarse Camille Claudel

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

El XX Festival de Escultura Camille Claudel efectuado hace pocos días en La Bresse (Francia) con la participación de cerca de 120 artistas de diversas nacionalidades (Africanas y de Ucrania, Japón, Argentina, Italia, etc.), no solamente celebraba el 20 aniversario de su creación, sino que hacía por impulsar una especie de relanzamiento en Europa de la obra de la famosa escultora. Y ya no tanto para hablar de su obra como de su vida, también por estos días en la Argentina, el Atelier de la Sala El Grito, ubicado en el Barrio de Palermo, le sirve a la directora Herminia Jensezian para el montaje que actualmente ofrece al público denominado "Sobre piedras", obra teatral ésta en donde la actriz Florencia Berthold se aproxima, con la fuerza emocional, apasionada y turbulenta que la dinámica de la relación Rodin-Claudel se lo exige, a lo que fue el mundo íntimo de un gran amor conflictivo.

Esta feliz coincidencia nos sirve de excusa para evocar de nuevo a quien fuera para el maestro Rodin no sólo su alumna y su musa y su amante, sino también el "detonante" en un entorno que a ambos influyó con desmesura en medio de conflictos personales y artísticos que aún hoy son motivo de indagación y que persisten queriendo distanciar a quienes la historia ya fundió definitivamente en una sólida y genial escultura, pese a que en medio de todo hubo situaciones graves y vergonzosas como cuando, como se ha dicho, algunas piezas elaboradas por las manos de Camille llevaban -¡quién lo creyera!- una desconcertante firma de Rodin.

Pero lo que queremos ahora es simplemente traer de nuevo el recuerdo dramático de lo que fue y significó esta maravillosa artista durante sus 79 años de existencia.

Hermana del gran poeta y dramaturgo francés Paul Claudel, Camille nace el 8 de diciembre de 1864 en Fère-en-Tardenois, Aisne, y muere en Montdevergues, el 19 de octubre de 1943. Conoce a Rodin, 24 años mayor que ella, en 1883, y mientras realiza en su taller en condición de alumna suyas tareas escultóricas propias, le sirve de modelo y le ayuda en la elaboración de sus obras, como cuando se entrega por completo a la ejecución de las figuras de aquella memorable y enorme escultura "Las puertas del infierno". No obstante, los trabajos de Camille, contrariamente a lo que se ha dicho, guardan su toque personal, su temperamento y en todo caso aquellos rasgos femeninos que no pueden confundirse con copias de la obra del maestro como perversamente se sugirió en su época.

La notable belleza, juventud y talento de Camille despiertan en Rodin una intensa pasión a la que ella corresponde de inmediato dada la enorme admiración que él le provoca. Se hace su amante, y el par de amantes, como en tantos otros casos en que un mismo oficio de la pareja es capaz de lograr anteponer a los celos amorosos, los celos profesionales -aunque en ciertas ocasiones combinados con aquellos como a ellos les sucedió-, da inicio a un duro combate interpersonal que embiste contra el prestigio, la rudeza y la infidelidad del genio y comienza a demoler el sistema nervioso de la brillante Camille. Y mientras Octave Mirbeau la califica de genio y ella le aporta a Rodin toda su energía creadora en medio de una colaboración ventajosa para ambos, sus afectos mutuos deteriorados entran en crisis anunciando una inevitable ruptura luego de 10 años de creación, de amor y de conflictos. No importaba que él dijera: "Le he enseñado dónde encontrar oro, pero el oro que encuentre le pertenece a ella", puesto que Camille se sentía humillada y desplazada por el déspota, se sentía, insisto, como un tipo de amante clandestina de quien se hace uso para provecho del otro. Y más aún, alguien que le negaba sus méritos artísticos y su valía individual, y que le demostraba celos por su trabajo no reconociéndolos.

En 1905, año de su última gran exposición, ya liberada de él y aislada, sufriendo una evidente paranoia anuncio de su locura final diagnosticada como "manía persecutoria y delirios de grandeza", con un martillo iba destruyendo cada una de las obras que terminaba advirtiendo que no permitiría que el maestro, a quien ahora odiaba, se las apropiara.

Claude Debussy tan pronto como entró, salió de su vida. Su familia toda le da la espalda mientras su paroxismo emocional le abre el camino infernal hacia la locura. Pocos días después de la muerte de su padre, el 10 de marzo de 1913 es sacada de su apartamento del 19 quai Bourbon de la Isla de San Luis en París, en donde vivía aullando y rodeada de gatos, al decir de sus vecinos, paseando de un lado otro su maltratada figura.

Aquella tarde, unos enfermeros derribaron la puerta de su apartamento y por instrucciones de su familia le colocaron una camisa de fuerza. La llevaron interna al sanatorio de Ville-Evrard y en julio del mismo año la recluyeron definitivamente en el manicomio de Montdevergues en donde murió 30 años después, el 19 de octubre de 1943 cuando ya había recuperado la cordura.

Drama y genio. Tal fue la vida y tal la obra de esa mujer fascinante que debió sufrir por siempre el monumental agobio de llamarse Camille Claudel.

lunes, 14 de junio de 2010

Desmemoriados, recordad la memoria

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

A la memoria podría señalársela como la gran alcahueta, como la impecable e implacable celestina del tiempo. Y también, desde luego, como su gran preservadora, porque es precisamente la memoria la que le da vida al transcurrir de las horas, o de manera explícita, a lo que llamamos tiempo. No deja de ser por lo tanto un poco simplista y curiosa la definición que de la memoria nos trae la enciclopedia: “En los seres dotados de conciencia, capacidad de recordar hechos pasados, como pasados”.

Pero esta facultad que tiene el hombre para recordar y conservar las huellas de los instantes y los tiempos que pasan, se va perdiendo en el individuo con el correr de sus años, producto ello de su natural deterioro biológico. Escuchando al irreverente Camilo José Cela -vigoroso, rocoso, recio, inteligente, apasionado-, me asombré alguna vez de su capacidad para conservar la memoria. A su sorprendente terquedad octogenaria con ese temperamento suyo entre rabioso y feliz, y aunque ya en el definitivo declive hacia la muerte, parecía todavía el niño que está en el pleno ejercicio de descubrir el mundo y de aprender y memorizar sobre las cosas. Y todo lo que decía, no importaba si su referencia apelaba a tiempos ya muy remotos para él, parecía haberlo vivido o aprendido la víspera. Admirable ejemplo que nos deja conturbados e intranquilos, pues somos conscientes, día tras día, afán tras afán, de que vamos aceleradamente perdiendo la nuestra. Es claro que si no se la ejercita ésta se pierde o disminuye. Una memoria bien ejercitada no tiene vejez; lucha, batalla y en veces logra vencer el desgaste natural del organismo humano cuando éste afecta por completo nuestro ser. Es, de lejos, bien adiestrada y cultivada, uno de los pocos atributos exultantes que la vida nos permite conservar hasta el umbral de la muerte. Todo lo demás en nuestro cuerpo y vida, es desechable. Y con todo y que Menéndez y Pelayo la hostigaba llamándola “el talento de los tontos”, a uno no le queda más remedio que admirar a quienes la poseen y bendecir la poca que nos queda.


Don Quijote pensaba en la memoria, y con toda razón en su caso, como en la enemiga mortal de su descanso. Pero a nosotros su dispersión, su mengua, su agotamiento, nos produce precisamente todo lo contrario y termina no dejándonos vivir en paz. No porque necesariamente sea sabio y recto y justo el “memorista”, no, sino porque difícilmente puede llegar a ser lúcido o ponderado quien la haya perdido.

Vivir sin memoria no solamente nos hace idiotas e inútiles, vivir sin memoria, en un mundo tan “vivo” como el nuestro, nos convierte en unos “muertos” más.

domingo, 23 de mayo de 2010

La opresión de las máscaras

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

No creo fácil encontrar a una persona que vaya por ahí exponiendo su verdadero rostro. Todos, desde la infancia, vamos forjándonos una máscara con la cual nos esforzamos por mostrar la identidad que quisiéramos que los otros nos reconocieran. Es una máscara que llevamos hasta la muerte y que en el discurrir de nuestra existencia y de acuerdo con las acontecimientos y escenarios de tipo social por los que habremos de pasar en nuestro periplo vital, va cambiando de estilo, de forma, de colores. Pero, ay, de nosotros, si la dejamos caer o desvanecerse y con ello se evidencia nuestro verdadero rostro. Podría acarrearnos, más que una vergüenza, un golpe mortal al orgullo y a la propia naturaleza de la que estamos verdaderamente hechos, minando de paso nuestras fuerzas para seguir en la trivial y tremendista representación. Cuando aquella máscara se desdibuja o desaparece, cuando la retiramos en la intimidad por cualquier razón y nos vemos abocados a reconocernos a nosotros mismos sin ella protegiéndonos, casi siempre tendemos a cerrar los ojos o a imaginarnos con una máscara sustituta que nos libere de la atroz desazón que puede causarnos la autenticidad de este rostro ya no encubierto.

El hombre siempre ha llevado una máscara consigo que le sirva de amparo y escudo contra sus propios miedos y debilidades. Fingir es parte esencial de su naturaleza y del temperamento de los humanos y es probablemente eso lo que con mayor fuerza y rigor nos diferencia de los animales. Cuando los individuos desechen la apariencia artificiosa como un arma para sobrevivir y superarse, probablemente se sobrecogerán, pero aquella autenticidad descubierta sin camuflajes tenderá, lenta pero armoniosamente, a recobrarles sus valores y a encontrar objetivamente su definitiva y única dimensión. Sabrán de sus verdaderas posibilidades y a partir de ellas, siendo ellos mismos, sin maquillajes, con toda seguridad se encontrarán siendo mejores hombres. Satisfechos consigo mismos y frente a los demás. Cuánta razón no tuvo Johann W. Goethe cuando afirmaba que el hombre se cree siempre ser más de lo que es, y se estima en menos de lo que vale.

¡Qué poca estima hay en quienes recurren a las artimañas de la simulación!

Se cree ser más de lo que se es socorrido y alentado por aquella careta que intenta ajustar con la precisión y la puntualidad que sus ambiciones o flaquezas le reclaman. Pero se estima en menos de lo que vale cuando las circunstancia lo llevan a desprenderse de sus retoques y se ve a sí mismo al desnudo. Y ni qué decir cuando se ve sorprendido por la curiosidad, o la crueldad, o el rigor crítico de su congénere despojándosela o denunciándosela ante los otros. Por eso la lleva con cautela evitando a todo trance que pueda ser desprendida por las manos o por la mirada de sus semejantes. Cuidan más a su máscara que a su espíritu. Muchas veces le venden el alma al diablo a cambio de una empaque, de una envoltura que se ciña a su codicia y que le proteja de su fragilidad.

La máscara es el insignia de la inautenticidad pegada al rostro de los hombres, máscara la cual, sépase bien, sólo se disipa con la muerte.

domingo, 9 de mayo de 2010

De una universitaria argentina a su amiga

De Valentina a Constanza:

Un e-mail sobre Germán Uribe

Buenos Aires 7 de mayo de 2010

“Hola. Soy yo. No es Cadena Nacional sino que escribo un poco excepcional-mente para ti constan-za y te mando dos páginas para que pis-pies porque me gustaron a mí, y deseo compartirlas contigo. Es un tipo colombiano sartreano nacido en Armenia... escribe de rechupete, es periodista y filósofo tiene una página y es viejo, lo interesante es que es un pionero de la Internet, no parece ser Bill Gates pero desde sus inicios en los 90 ya se hacía presente en la Red lo cual muestra una peculiaridad informática adelantada para un intelectual del nuevo mundo que se comunica e intenta expandir su llegada a ¡los mas posibles! Qué sartreana actitud de llegar por todos lados, ¿no?: Ensayo, guiones, novelas, diarios. Ja Ja… o Feinmann*

Otro sartreano con actitud de llegar a la clase pensante.

Bueno aquí lo nuestro... yo siempre hago el mismo chiste (que como tal es una exageración) "Feinmann es kirchnerista* para tener la mayor cantidad de horas en la TV pública" Ja Ja Ja Ja

Estoy resumiendo para que no sea un bodrio esto. Bueno. Parece ser que estudió en Francia por la pasión (y posibilidad) de conocer a Sartre. Los dos textos que leí de él son buenos y hablan de don Jean Paúl el que se cagaba en los pañales, ¿lo recuerdas? y vendía el diario ¡aun! (*)

Bueno los textos los estoy leyendo y son cortos (y como soy que me distraigo lo difundo y después sigo. Lo recomiendo y ni lo leí)

1) Uno habla de Sartre gagá (el final de sus días según gente que lo veía y luego reconocía la majestuosa figura que tenía en frente), pero después se mete bien con su obra en el texto filosófico y creo que recorre por obras ¡del más grande!

2) Y el otro es biográfico o sea de la vida del colombiano y está ahí también como le pega a Sartre en la vida. ese es riquísimo...

1) http://www.ucm.es/info/especulo/numero7/jpsartre.htm
2) http://reocities.com/Athens/forum/8886/vida.html Una fugaz mirada a mí mismo y el 3) es la página de él si te motiva y tenés tiempo, igual voy a ver si imprimo algo porque ya tengo pensado poner en funcionamiento la impresora con ¡cartuchos gratuitos de Inés! http://reocities.com/Athens/forum/8886/

PD: La verdad es que esto me pegó de lleno porque en estos días me dio vuelta mucho la idea tirada por todos los profes de la facu, la que dice que si descreemos de la importancia mediática nos vayamos a estudiar otra cosa. Si decís que la tele es basura y debes apagarla y rebelarte en contra de ella sos un fosforito boludo. Lo mismo, (y más también) con Internet, acá esta la mocha. Solo que la intelectualidad sigue siendo reacia, porque la derecha está copándola (habitándola) desde un inicio, ¡obvio! pero es un ámbito libertario sin igual (en China y Cuba hay ciertas "protecciones". Obvio, que según nuestra democracia liberal diremos que son ¡menos libertades individuales! pero a aprovecharlas Constanza, ¡en hora buena que tenemos Internet entonces!”

Valentina

*José Pablo Feinmann -Buenos Aires, 1943- es un filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de televisión argentino (NE)
* Se refiere al periódico maoísta « La Cause du Peuple »
*Seguidores del Presidente Kirchner

sábado, 24 de abril de 2010

Los sesentones de los años sesenta

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com


Por estos días he descubierto una encantadora coincidencia: el haber sido hijo de la generación de los sesenta, me ha convertido en un sesentón. Un sesentón agradecido y, por qué no, respetable. Porque fue aquella década, a no dudarlo, la más significativa del siglo XX. Y pertenecer a ella, a más de ser honroso, nos hace un tanto históricos. Naturalmente que a este período trascendental para la centuria pasada, lo ubico en América Latina y la resonancia que aquí tuvo en ese lapso más de un acontecimiento singular ocurrido en cualquier parte del mundo.




Son los sorprendentes y revolucionarios años sesenta de Colombia y Latinoamérica: Los de la música a todo dar pero, además, perdurable; la política alborotada y beligerante con el MRL a la cabeza; las guerrillas triunfantes o en plena efervescencia y crecimiento; Cuba, el Che y Fidel, inmortales; Sartre, en el apogeo de su influencia, en cada una de las mesas del café El Cisne; el mismo Nadaísmo y su irreverencia creativa; el cura Camilo Torres con su formidable sacrificio y las pronto tristemente olvidadas enseñanzas de su lucha; la iglesia social, asombrando; la rebeldía juvenil de los hippies o de los Beatnik; el hagamos el amor y no la guerra; el humo de las pipas en la calle, proliferando; el marxismo desafiante en boca de todas las inteligencias jóvenes; Marcuse y Adam Schaff esforzándose de buena fe por dilucidar marxismo-existencialismo; la aparición de la píldora anticonceptiva; la Universidad, sobre todo la Nacional y la de Santander, forjando revolucionarios y guerrilleros; los triunfantes procesos anticolonialitas e independentistas del África; el café automático, con León de Greiff a la cabeza, reclutando extasiados mocetones poetas; Jorge Zalamea, implacable y lúcido en su contenido y casi perfecto en su estilo; la Gaceta Tercer Mundo, de la cual fui su redactor en jefe, y la revista Eco, transmitiendo e incorporando a nuestro medio todas las tendencias culturales vanguardistas del mundo; Marta Traba y el comienzo de la pintura y el arte dignos en Colombia; el señor Buchholz y su monumental librería; el surgimiento de los Países No Alineados como organización; el 4 a 4 de Colombia contra Rusia en el mundial de fútbol; el ELN y su mártir y chivo expiatorio por excelencia Julio César Cortés; Estados Unidos derrotado en Playa Girón; la nefasta Alianza para el Progreso; Kennedy asesinado; García Márquez y el boom; los Beatles y los Rolling Stone y Jean Baez y Bob Dylan; los grandes debates culturales, políticos e ideológicos; el amor libre y la sensual minifalda; Mafalda; los rusos con Yuri Gagarin colocando al primer hombre en el espacio; la construcción del muro de Berlín; Brigitte Bardot, embobando socarronamente, en contraste con Antonioni, Buñuel o Fellini avivando inteligentemente; el hombre en la luna; el feminismo desbrozando tabúes; surgen las FARC con el Comandante Manuel Marulanda a la cabeza; la memorable guerra del Vietnam; Leo Ferré interpretando a Aragón, a Apollinaire, a Baudelaire; Roque Daltón, o Helder Cámara, o Hugo Blanco; Whitman redivivo entre Las hojas de hierba y Neruda, Nobel omnipresente; Cien años de soledad; la píldora y el sexo libres; Martin Luther King, acribillado; los Tupamaros, los Montoneros y el Túpac Amaru; Gonzalo Arango iluminado; Jaime Arenas y la UIS; Bergman inmenso; Pablus Gallinazo invitándonos a mascar flores y a soñar con la revolución en medio de la rumba; Cortázar, con su tierna cara de niño, erguido políticamente; la militancia revolucionaria de los intelectuales de izquierda alrededor de Cuba y de Fidel y, en fin...

¡Oh!, aquellos años sesenta por los cuales bien vale la pena resignarnos a ser sesentones.

viernes, 2 de abril de 2010

La violencia como motor de la historia

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com


La violencia de los hombres es tan vieja como la discusión sobre su legitimidad. Es legítima para quienes, teniendo el poder, quieren perpetuarlo; es legítima para los oprimidos que quieren sacudirse el yugo del poder; es legítima en los dioses para imponer su santa y soberana voluntad; es legítima en el Dios de los cristianos para castigar a quienes burlan sus leyes y doctrinas, y es legítima para todo aquel a quien le dé la gana de saberse o creerse con la verdad revelada. En definitiva, según el hombre, que es quien la ejerce, la violencia es legítima si le es conveniente, y para reinar, o simplemente sobrevivir, y por ello ha terminado legitimándola, aquí y allá, por esto y por aquello. Sin embargo, la violencia le es consustancial a la naturaleza de los seres humanos. Desde nuestro más remoto origen en el seno materno, hasta la muerte, nos creemos con el derecho y el deber de ejercerla, y la ejercemos legitimándola desde nuestra razón. Es casi espontánea. La practicamos para imponernos o para defendernos; para opinar, o para acallar una opinión; para hacer valer unos derechos o para conculcar los derechos de los otros. A veces, ante una violencia tan generalizada y tan manifiestamente originaria en la condición humana, se pone uno a pensar cómo sería el mundo de los hombres en sociedades que no desplegaran la violencia. ¿Cómo sería su desarrollo? ¿Tendría la paz la misma fuerza de cambio y de progreso que genera la violencia?

Leí en alguna parte a alguien que citando un ensayo de Hannah Arendt, decía lo siguiente:

La violencia, según ella, no sirve para ejercer el poder, tan solo para obtenerlo. Si se tiene que gobernar con violencia, lo que emerge no es un poder, sino el terror. La violencia es siempre instrumental; es un medio para un fin. Mientras el poder es algo que requiere legitimarse, la violencia es algo que requiere justificarse. Una cosa es el uso legítimo de la violencia, que es el que tienen los que están en el poder para proteger los intereses de la mayoría, supuestamente, en tanto la representan; otra cosa es el uso justificado de la violencia para lograr sacar del poder a los que lo tienen, porque se considera que ya no lo tienen de manera legítima: eso es lo que entendemos por una revolución.

No cuesta mucho trabajo, entonces, trasladar a la Colombia de hoy estas apreciaciones de la filósofa alemana. Tienen todo que ver con nuestro actual conflicto y nos ayudan a discernir mejor lo que está ocurriendo. Cada cual, gobierno, ejército y paramilitares, de un lado, y guerrillas y protestas populares y sindicales del otro, intentan a través de la violencia y de la guerra, como instrumentos para ellos plenamente justificados, legitimar su posición y establecerse o mantenerse en el poder, que es su fin.

De ahí que sea sólo la Historia, alimentada por ese motor intrínseco suyo que es la violencia, quien emitirá tarde que temprano su veredicto y quien terminará dándole la razón a los que, con fundamentos y justicieras y puntuales razones, la supieron esgrimir.

sábado, 13 de marzo de 2010

Los recuerdos que matan

Por Germán Uribe
guribe3@gmail.com

La vida es una sucesión de hechos que con el tiempo se transforman en recuerdos. Y los hay de todos los calibres: buenos, regulares y malos. Dante afirmaba en El Infierno que no había nada más doloroso que recordar en la miseria aquellas épocas felices. Otros dirán que recordar las miserias pretéritas cuando se está en la abundancia produce una exquisita sensación de resarcimiento y revancha. Pero, para mí, hay un aspecto extraño que tiene que ver con el misterioso mundo de los recuerdos. Si uno lo examina a fondo, se da cuenta: todo recuerdo feliz, todas aquellas remembranzas de momentos placenteros y positivos, cuando los retomamos, cuando nos vuelven a la memoria, pueden producir una pequeña satisfacción y nada más. En cambio, cuando nos asalta el recuerdo de algún infortunio o se nos viene inesperadamente a la memoria la evocación de algún pasaje infeliz de nuestra vida, pareciera que aquella situación desafortunada que tuvimos que padecer se reencarnara y volviera a producir en nosotros los mismos efectos. Los recuerdos buenos son sólo recuerdos buenos, mientras que los recuerdos malos reviven al monstruo en las entrañas. Por ello no se puede estar de acuerdo con Séneca cuando sentencia que lo que fue duro de padecer es dulce de recordar. Por el contrario, se me ocurre que si lográramos suprimir de nuestra memoria todos aquellos recuerdos que alguna vez y en mala hora nos agredieron el alma, aunque no recurriésemos a los buenos momentos, la vida se nos haría un poco más llevadera y liviana. ¿Pero quién puede liberar al hombre de su tendencia memoriosa, un tanto masoquista, a pasearse con frecuencia por sus más infelices recuerdos? ¿Cómo dejar de revivir, en las buenas y en las malas, las desventuras pasadas?

Recordar lo bueno puede llegar a producirnos un leve cosquilleo de deleite, es cierto. ¿Pero cómo hacer, repito, para que el hombre logre sepultar todos aquellos recuerdos malos que cuando sobrevienen parecen querer hacerle repetir la infame y punzante historia?

Este de los recuerdos, definitivamente, es otro de los tantos castigos que golpean al ser humano en el transcurso de su existencia. Y no ha faltado quien haya clasificado por sexo este lastre. Tácito condena sin atenuantes a los hombres y podríamos decir que privilegia con cortesía a las mujeres cuando dice:

“Corresponde a las mujeres llorar; a los hombres, recordar.”

Por ello, me reafirmo en el rechazo a la cursilería contenida en aquella frase idiota de “recordar es vivir.” Recordar es, en todo caso, seguir muriendo lentamente con el lastre voraz de la memoria picoteándonos el cuello.